Cómo mejorar la gestión del riego

Además del equipo y las herramientas para hacer una labor más eficiente, es importante considerar el tiempo en que se recupera la inversión y la capacitación del personal. 

Los últimos años han estado marcados por un importante desarrollo de tecnologías dirigidas a mejorar el manejo del agua en el agro.

Hay un ritmo de tecnificación importante. Unas 8 mil a 10 mil hectáreas al año pasan a riego localizado; es decir, microaspersión y riego por goteo“, indica Alejandro Antúnez, ingeniero agrónomo del INIA La Platina

El impulso tecnológico, además de optimizar el uso del recurso, ha permitido cultivar en zonas donde las condiciones no son ideales o ha cambiado la situación hídrica y climática. Es el caso de Ovalle, donde hace 25 años los productores aplicaban entre 12 mil y 14 mil m3/ha de agua al año en sus parras. Hoy los volúmenes no superan los 8 mil m3/ha, sin afectar sus resultados.

Incluso, hay productores que con 5 mil m3/ha al año cosechan la misma cantidad y calidad que cuando aplicaban incluso 15 mil m3/ha“, explica Luis Leris Garay, transferencista y encargado de la oficina técnica del INIA Intihuasi en Limarí.

Eso es producto de las nuevas tecnologías, que además les han permitido a los agricultores hacer un uso más responsable del agua y mejorar las condiciones físicas, químicas e hidrológicas del suelo.

Esto es muy importante a futuro. En esta zona es normal que caigan entre 90 y 100 mm de agua. Pero al 2030 se estima que caerán entre 60 y 70 mm. Esto se podría prolongar a las regiones VI y VII“, advierte Luis Leris Garay.

Y dado que el cambio en la disponibilidad hídrica es una realidad que afectará a la mayor parte del país, el tema de optimizar y modernizar el riego adquiere nuevas caras.

El avance de las tecnologías como la telemetría permite que hoy agricultores de todos los tamaños y niveles de ingreso sepan al instante qué está ocurriendo con su agua, cuánto requieren sus distintas plantas y programar todo desde su computador o teléfono, independiente de dónde estén.

Pero dado que la oferta actual es muy grande y diversa en tecnologías y costos, los expertos recomiendan realizar un estudio previo a cualquier inversión. La idea es que el equipo o tecnología que se elija se transforme en una inversión que se pague en el tiempo.

Son muchos los factores que determinan el retorno de una inversión y van desde el tipo de equipo hasta los costos energéticos. Aún más determinante es el cultivo, no solo por su demanda hídrica, sino por cómo cambia su rendimiento y su rentabilidad.

La importancia de la capacitación

Tan importante como contar con el equipo adecuado, es que se saque el máximo provecho a la tecnología. Aquí, dicen los expertos, se vuelve clave la capacitación.

A nivel país existen distintas alternativas de capacitación, a través de diplomados o posgrados y cursos que se encuentran bajo el alero de Sence, con distintos costos, según del tema y del nivel de que se trate. Incluso, existen alternativas que cuentan con financiamientos de gobiernos regionales, como ocurre en el INIA Intihuasi, o los Programas de Transferencia Tecnológica y los GTT.

Para Homero Barría, especialista en riego de INIA Remehue, el valor de la capacitación dependerá del nivel que se aspire a alcanzar y el número de participantes, “aunque se puede indicar un rango entre $800 mil y $2 millones por año“.

Luis Leri cuenta que en el INIA Intihuasi realizan charlas para grupos de 20 a 25 agricultores, que pueden bordear los $300 mil  y $400 mil, financiadas por los gobiernos regionales; por lo tanto, el interesado no debe cancelar nada. El transferencista añade que “si asumimos que se trata de una charla de programación, manejo y mantención de equipos de riego, el valor puede aumentar, ya que se requiere llevar computadores e internet al lugar“.

Agrega que la gran dificultad de las capacitaciones, radica en que muchos de los agricultores no son nativos digitales ni poseen herramientas como banda ancha o WhatsApp.

De todas formas, gracias a sus hijos, los agricultores han ido entendiendo mejor estos mecanismos. El problema es que lamentablemente a los jóvenes no les gusta la agricultura. Si bien hay, son minoría. Desde la III hasta la V Región, de todos los grupos que he capacitado, diría que al menos en el Limarí debe haber 10% de jóvenes“, indica Luis Leris Garay.

Fuente: Revista del Campo

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