Post incendios: Una regulación necesaria

La magnitud del desastre provocado por los incendios sufridos se debió a las dificultades para controlar su propagación o avance, lo que refuta la tesis de la intencionalidad como causante de la magnitud de la catástrofe.

Los distintos organismos, públicos y privados, y las personas relacionadas, se han abocado a evaluar y planificar sobre la base de la experiencia vivida por los últimos incendios en Chile. Se busca la manera de construir políticas de prevención del gran daño ambiental provocado por los megaincendios. Fueron 476 mil hectáreas de plantaciones forestales, cultivos agrícolas y asentamientos humanos arrasados por el fuego, provocando una pérdida de USD30 millones.

El tema no es simple y tampoco es tan nuevo – de hecho, desde 1873 el Código Penal tipifica el delito de incendio de bosques – aunque claramente hay que poner el esfuerzo en una nueva regulación de la actividad silvoagropecuaria.

Hace casi 200 años el naturalista Claudio Gay llamaba la atención de las autoridades sobre la falta de regulación en el campo forestal y denunciaba públicamente que “las ordenanzas de la minería autorizan a las minas para cortar árboles y destruirlo todo” y junto a otros personajes de la época, reunidos por la Sociedad Nacional de Agricultura, reiteraban esta preocupación afirmando que “los montes se han cortado en nuestro país sin número ni tasa, sin orden ni medida” y se preguntaba adivinando el futuro “¿qué podrá esperarse sino la aridez y la devastación?”. No es nuevo el fenómeno de los incendios forestales, lo nuevo es que estamos enfrentados a una nueva amenaza: El Cambio Climático.

Entonces, buscar responsables de provocar incendios de manera intencional (que históricamente los ha habido), o dirigir las miradas a las propiedades inflamables de los pinos (que es una realidad), es sencillamente simplificar el problema y no enfrentar una realidad que se puede repetir anualmente de manera irreversible.

El Estudio de la variabilidad climática en Chile para el siglo XXI, realizado por el Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, dice que “Como era esperable, dominan los cambios positivos (calentamiento) en todas las regiones. El cambio de temperatura media actual sobre Chile continental varía entre 2° y 4°C, siendo más acentuado hacia las regiones andinas y disminuyendo de norte a sur. Estacionalmente el calentamiento es mayor en verano excediendo los 5°C en algunos sectores altos de la Cordillera de los Andes particularmente en verano” y agrega, “Hay dos aspectos que destacan, uno derivado del cambio en temperaturas y otro de los cambios en precipitación. El primero dice relación con la reducción del área andina capaz de almacenar nieve entre las estaciones del año. Considerando que la isoterma de 0°C sufre un alza de altura por el proceso de calentamiento, las crecidas invernales de los ríos con cabecera andina se verán incrementadas por el consiguiente aumento de las cuencas aportantes y la reserva nival de agua se verá disminuida. En la región cordillerana comprendida entre las latitudes 30 y 40°S, que corresponde a las regiones de mayor productividad desde el punto de vista silvoagropecuario, hay reducciones del área comprendida dentro de la isoterma cero en todas las estaciones del año (…) cabe notar que en la estación invernal todo este territorio ve disminuidas sus precipitaciones. La pérdida también se extiende al período estival por todo el territorio comprendido y aún más al norte por el sector andino. Tales disminuciones pluviométricas se suman a la elevación de la isoterma cero para ofrecer un cuadro particularmente preocupante en las regiones Centro y Centro Sur”, pronostica el estudio.

Entonces, adecuarse al calentamiento global y avanzar en la regulación de la actividad forestal y agrícola son los factores centrales en donde se debe poner el énfasis de la planificación estatal y privada. Lo importante es poner todos los elementos en la mesa de discusión y no archivarla cuando el peligro haya pasado.

Es cierto que el pino insigne (Pinus radiata) y el eucaliptus (Eucaliptus globulus) en sus lugares de origen (Norte América y Australia) desarrollaron cualidades adaptativas para sacar ventajas del fuego, porque estuvo presente en toda su evolución. También es cierto que las especies nativas o endémicas de Chile no tienen esa cualidad, porque el fuego sólo comenzó a incidir en el ecosistema local tras la llegada del ser humano, por tanto no están adaptadas para sacar ventajas de los incendios forestales. Pero, a pesar de esta realidad irrefutable, el problema no es la variedad de las plantaciones forestales, como se ha dicho, sino que la extensión y planificación de éstas, porque una alfombra de bosques que se extiende por kilómetros de manera continua es una verdadera carretera de alta velocidad para el fuego, lo que lo hace imparable.

La futura planificación debiera contemplar paños acotados de bosques o plantaciones forestales, intercalados con cultivos agrícolas, con suficientes vías de acceso  y  alejados de los asentamientos urbanos, porque la magnitud del desastre provocado por los incendios sufridos se debió a las dificultades para controlar su propagación o avance, lo que refuta la tesis de la intencionalidad como causante de la magnitud de la catástrofe. No hay que negar que la intencionalidad haya sido un agente importante en la ignición de incendios de manera histórica, pero los datos indican que esta vez no fue el factor que explique la magnitud ni la extensión del desastre.

El clima ha cambiado y hay que adecuarse a ello. La planificación futura, aunque urgente,  no puede surgir correcta sin definir con mediana exactitud las razones o causas del daño, ya que se trata de construir un plan que prevenga o elimine estos riesgos, de otra forma asistiremos al Día de la Marmota una y otra vez, porque el Cambio Climático es una realidad y tiene características de irreversible.

Fuente: Blueberrieschile.cl – Blueberriesconsulting.com

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