2015 Año Internacional de los Suelos: El suelo, verdadero aliado para alimentar al mundo

En el continente latinoamericano se encuentran afectadas por la erosión aproximadamente 300 millones de hectáreas, según datos de la IFAD. La tierra se encuentra agotada y en peligro de degradación irreversible, amenazando el potencial de la región para la producción de alimentos.

Según  WWF, la mitad de la capa superior del suelo ha desaparecido en los últimos 150 años. Esta gran pérdida pone en duda la capacidad del planeta para producir suficientes alimentos que alcancen para abastecer a una población que aumenta minuto a minuto.

Los suelos son el único aliado para alimentar al mundo. Desde las tierras rojas del trópico hasta las negras de los faldeos cordilleranos andinos, los suelos fértiles son la esperanza y el futuro de los millones de habitantes del planeta.

Los suelos retienen el carbono, lo cual contribuye a la mitigación del cambio climático,” explica Mohamed Bakarr, especialista senior en medio ambiente del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM).

La parte más valiosa del suelo contiene mucho carbono, pero a través de la erosión se puede terminar como sedimento en los ríos o suelto en el aire”, agrega.

Según la FAO, los suelos albergan a una cuarta parte de la biodiversidad.

Un recurso no renovable

Los terrenos fértiles no son inagotables o sempiternos, como cualquiera podría pensarlo, al contrario, el suelo fértil es un recurso no renovable.

Los terrenos fértiles pueden tardar hasta mil años en producir solo un centímetro de capa vegetal y su estado saludable está en directa conexión con la salud total del planeta. En la actualidad no existe una desconexión entre la salud de los suelos y la vida cotidiana. El 16% de los latinoamericanos depende directamente de la tierra.

Por estas razones la ONU ha nombrado al 2015 el Año internacional de los Suelos como una invitación a mirar hacia abajo, a la tierra bajo nuestros pies,  y volver a conectarnos con sus características que dan vida al mundo y especialmente a la vida humana.

Se asegura que para poder producir alimentos suficientes para los más de 9.000 millones de personas que habitan el planeta, hace falta aumentar la producción en un 70%. En esta perspectiva se requiere urgentemente de una mayor superficie y calidad de tierras cultivables, ya que la sola intensificación de su uso tendría un efecto en la calidad de las tierras debido a que las prácticas agrícolas actuales amenazan la vitalidad de los suelos.

La agricultura como amenaza

La producción agrofrutícola representa alrededor del 25% de las exportaciones latinoamericanas y un 13% del comercio agrícola a nivel global. Según las proyecciones, con el 28% de las nuevas tierras cultivables potenciales en la región, América Latina está bien posicionada para aumentar la producción y consolidarse como una superpotencia agroalimentaria.

Sin embargo, hay que cambiar los hábitos agrícolas ya que la agricultura genera casi un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global. Esto, a su vez, acelera el proceso de degradación y desertificación y aumenta la cantidad de energía, agua y fertilizantes requeridos para la producción de alimentos.

La costumbre de arar la tierra, por ejemplo, significa que se quitan de la superficie del suelo las plantas o vegetales que mantienen su estabilidad y que protegen con sus raíces el arrastre por las aguas de las capas ricas en nutrientes.

Por otro lado, rociar los cultivos mediante el uso de fertilizantes agresivos también afecta la calidad de los suelos, ya que los químicos no absorbidos por las plantas se van directamente a las cuencas por el arrastre de la lluvia.

La amenaza de la degradación de los suelos se siente en todo el continente. Por ejemplo, en Argentina hace más que un siglo que la cría de ovejas ha sido la principal fuente de sustentos en la Patagonia, lo que ha significado que hoy un 85% de la zona está afectada por la degradación de tierras producto del sobrepastoreo. O en Colombia, que 148.000 hectáreas de bosque se pierden por año para dedicarlas a la ganadería, sector que ya hace uso de un 30% del territorio nacional.

La degradación de suelos no representa únicamente una amenaza a los sustentos sino también a la biodiversidad y los ecosistemas regionales. Como consecuencia, el proceso hacia la restauración es largo y complejo.

Uno de los desafíos principales es que es muy costoso si se abandona el terreno”, explica Bakarr. “[En el FMAM] animamos a productores a seguir cultivando la tierra. Donde la vida tiene vínculos fuerte con los suelos, hay incentivos para invertir recursos”.

Nuevas estrategias 

Actualmente, y de acuerdo a las nuevas iniciativas de recuperación de suelos, los ganaderos en Colombia, Costa Rica y Nicaragua, en vez de talar bosques han recibido ayuda para hacer ganadería de sombra, conocida como agricultura “silvopastoril”, que consiste en criar el ganado en la sombra para ayudar a restaurar tierras pastorales y proteger la biodiversidad.

Claramente las tierras secas son más vulnerables, no solo a la degradación, sino que corren el serio peligro de desertificación. En Argentina, estas tierras representan el 75% del territorio nacional, y la mitad se ubica en la Patagonia. Con el apoyo del FMAM, los pastores en esta zona han implementado prácticas sostenibles para reducir la presión en la tierra y mejorar la calidad de las personas que dependen de ella.

En Chile la situación no es mejor respecto a la calidad de los suelos degradados y la cantidad que representa, por lo que ya existen decenas de iniciativas de reforestación y recuperación de suelos para el cultivo en la perspectiva estratégica nacional de convertir a Chile en potencia agroalimentaria.

 

Fuente: IFAD.org

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