El Bombus también prefiere la temperatura de la flor para polinizar

La gran mayoría de las especies de plantas con flores no puede producir semillas sólo con la ayuda del viento y necesitan de animales como insectos y aves que hagan la labor de polinizar, trasladando y transfiriendo el polen entre las flores de diferentes plantas.

Esta labor se hace a menudo a cambio de una retribución, como beber néctar rico en azúcar, porque los agentes polinizadores, para conseguir comida de manera eficiente, buscan flores con características asociadas a una mayor probabilidad de obtener este tipo de retribuciones.

El color, la forma y el aroma de las flores son los rasgos característicos para la atracción de los sentidos humanos, y se ha descubierto hace siglos que también los insectos reaccionan a este tipo de estímulos visuales y sensoriales. Sólo con el uso de la tecnología moderna se ha podido constatar la gran cantidad de rasgos florales que sirven de atractivo para los agentes de polinización, como la emisión de CO2, la pigmentación absorbente de rayos UV, la humedad, cierta fluorescencia, el color del néctar y lo más sorprendente, por la temperatura floral.

Se ha comprobado que las abejas usan detectores de calor en sus patas y antenas para diferenciar entre dos flores con distinta temperatura que puede diferir en solo dos grados. Los últimos estudios en eLife Sciences Publications y las Universidades de Bristol y Exeter, informan que los Bombus, o abejorros, también pueden detectar estas diferencias de temperatura en la flor.

El estudio “The diversity of floral temperature patterns, and their use by pollinators”, usando imágenes térmicas de más de 100 especies de plantas con flores tomadas a la luz del sol, reveló una amplia gama de patrones de temperatura y más de la mitad de las especies evaluadas tenían flores en las que algunas partes de los pétalos estaban al menos 2°C más calientes que el resto. Sobre la base de la observación de estos datos los investigadores plantearon la hipótesis de que los polinizadores podrían usar estos patrones de temperatura para decidir qué flores visitar.

En el caso de los Bombus, en el ejercicio se presentaron dos tipos de flores artificiales que contenían elementos de calentamiento. Las flores artificiales en un primer experimento tenían un centro cálido o una periferia cálida, mientras que las del segundo tenían centros más cálidos en dos formas diferentes. En todos los experimentos, una variante contenía una gota de azúcar, mientras que en la otra solo ofrecía agua.

Como controladores se usaron flores con elementos de calefacción desconectados.
El resultado fue que los Bombus reconocieron diferentes patrones de temperatura y en menos de 20 visitas aprendieron a alimentarse de esas flores que les darían una retribución. Es importante destacar que, cuando no había patrones de temperatura, como en los controles, los abejorros no podían distinguir las flores gratificantes de las no gratificantes.

Lo destacable es que, una vez que los abejorros aprendieron a asociar un cierto patrón de temperatura con una recompensa azucarada, continuaron prefiriendo este tipo de flor incluso cuando se eliminó la recompensa. Estos resultados indican que los abejorros usaban los patrones de temperatura de las flores (y no otras señales) para tomar una decisión informada cuando buscaban alimento.

Las plantas a menudo tienen que competir por los polinizadores, ya sea con otras especies de plantas o con otros miembros de su propia especie. Cualquier rasgo que permita a una flor atraer más polinizadores que sus competidores le dará una ventaja evolutiva. Claramente las plantas no inventan nuevos rasgos con la intención de manipular polinizadores, sin embargo, en cada generación ocurren pequeñas mutaciones que cambian los rasgos florales facilitando el acercamiento y la perfección de la interacción entre el polinizador y la flor.

Hay muchos otros rasgos florales que permanecen ocultos a nuestros ojos, pero con la combinación de la observación natural y las nuevas herramientas tecnológicas, como cámaras termográficas o impresoras 3D, seguiremos descubriendo la riqueza de las estrategias que utilizan los polinizadores y las plantas para interactuar con éxito entre sí.

Es importante para la ciencia perfeccionar la observación del fenómeno de la polinización. A modo de dato, sólo en EEU se calcula que la labor de polinización (si hubiera que pagar a los agentes polinizadores), tendría un costo de USD 300 millones.

Fuente: Martín Carrillo O. – Blueberries Consulting

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