Una nueva opción para los envases de berries

En su momento, hace ya más de 20 años, cuando los berries chilenos comenzaron a posicionarse en el mercado internacional, aparecieron unos pequeños envases de plástico semirígidos que mantenían unida tapa y base, lo que llevó a que los bautizaran como clamshell o potes almeja. Rápidamente se transformaron en el embalaje ideal -en el mundo y en Chile- para exportar frambuesas, arándanos, moras y frutillas, entre otros. Tanto, que aún siguen siendo los reyes del mercado. Hasta ahora su único eventual cuestionamiento es que, si bien se ha avanzado en tecnología para mejorar su inocuidad y hacerlos más amigables con el medio ambiente, en su mayor parte están fabricados de resinas derivadas del petróleo, por lo que una vez desechados permanecen en el ambiente por centenares de años.

El impacto en el entorno no es menor. Por ejemplo, en el año 2014 se exportaron 80.000 toneladas de arándanos. Considerando que un envase tipo clamshell de plástico tradicional contiene 120 gramos de fruta y pesa 16,45 gramos, se calculó que aproximadamente 11.000 toneladas de plástico fueron necesarias para envasar arándanos de origen chileno de exportación tan solo en esa temporada. Y dado que el pote no tiene otros usos, finalmente se convierte en residuo contaminante.

Precisamente por ello es que en Chile, siguiendo la tendencia global de buscar productos más amigables con el entorno se comenzó, hace ya varios años, a buscar fórmulas que permitan contar con envases fabricados a partir de alternativos más amigables con el entorno, pero que mantengan las características de peso, transparencia e inocuidad. Precisamente a ello se han enfocado en la Unidad de Desarrollo Tecnológico (UDT) de la Universidad de Concepción, donde ya han desarrollado materiales biodegradables para la fabricación de envases a partir de productos naturales.

Johanna Castaño, doctora en Ciencias de los Materiales y quien ha estado a cargo de las investigaciones de la UDT, cuenta que la propuesta de desarrollar envases termoplásticos biodegradables para la industria frutícola nació el año 2009, producto del interés del sector exportador frutícola, lo que los llevó a participar y ganar un proyecto Fondef para formular una resina a partir del ácido poliláctico que se obtiene de productos ricos en almidón como el maíz, el trigo y la remolacha, entre otros, y que contará con las propiedades térmicas, mecánicas y ópticas requeridas para envasar frutas.

«Este ácido tiene muchas características equivalentes e incluso mejores que muchos plásticos derivados del petróleo, lo que hace que sea eficaz para una gran variedad de usos», comenta Johanna Castaño.

Dieron con una formulación que, según explica la especialista, permite obtener un producto claro y brillante como el poliestireno, resistente a la humedad y a la grasa, y tiene características de barrera del sabor y del olor similares al plástico de polietileno tereftalato, usado para las bebidas no alcohólicas. Es, además, estable a la luz ultravioleta por lo que no se decolora y su inflamabilidad es muy baja.

En realidad, la generación de distintos bioplásticos se desarrolla desde hace años en distintas partes del mundo. Sin embargo, su costo era todavía demasiado alto. Sin embargo, la especialista explica que los costos de producción de diferentes bioplásticos han bajado considerablemente en relación con los plásticos tradicionales durante los últimos años. Lo anterior, junto a la demanda de mercados exigentes, ha propiciado el desarrollo de plásticos biodegradables, a partir de PLA, almidones termoplásticos, PHA (polihidroxialcanoatos) y poliésteres biodegradables.

Este envase se degrada en condiciones de compostabilidad en un período de uno a tres años, dependiendo de las condiciones de temperatura y humedad, entre otras.

El siguiente paso fue convertir esa nueva materia prima en un envase comercial. En el 2014, en conjunto con Petroquim, Ultrapac Sudamérica y Agrícola y gandera Río Cato, ganaron el proyecto Fondef «Producción y validación de envases biodegradables tipo clamshell para el empaque y transporte de frutas de exportación», que busca la fabricación y validación de envases biodegradables para, principalmente, la exportación de arándanos nacionales.

El objetivo ahora es fabricar los clamshells a partir del material generado en el primer estudio, para envasar del orden de los 66 mil kilos de fruta; principalmente arándanos, pero también frambuesas y frutillas. En diciembre comenzarían a exportar a EE.UU. y luego a algunos países de Europa.

«La incorporación de aditivos y refuerzos a biomateriales, permite obtener productos con diferentes propiedades mecánicas, térmicas y ópticas, de acuerdo con los requerimientos de la aplicación final. También se trabaja en controlar la degradabilidad de bioplásticos, adecuándola a la vida útil prevista para el producto final», señala Castaño.

 

Fuente: Revista del Campo

 

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