La reinvención del arándano orgánico

Mientras que la zona sur del país apunta a consolidar la producción de ese berry en fresco, en el centro se apunta a la industria de los congelados. En ambos casos, la demanda es muy alta.

Eduardo Moraga En diciembre de 2013 las alarmas se encendieron entre los productores de arándanos. Estados Unidos, el principal mercado para ese berry, anunció su intención de frenar las importaciones desde Chile debido a la presencia de Lobesia botrana en huertos de arándanos. Las autoridades del Ministerio de Agricultura volaron inmediatamente a Washington para evitar el cierre de ese país. Fueron días en que los productores sudaron frío.

El ex ministro Luis Mayol arrancó un compromiso de las autoridades norteamericanas: se podría seguir exportando arándanos frescos entre la Región de Valparaíso y la del Biobío, justo el corazón de la producción de ese berry en Chile, previa fumigación con bromuro de metilo. En el rubro de los arándanos hubo satisfacción general.

Eso sí, no todos quedaron felices. La fumigación con el agroquímico significaba que los arándanos orgánicos de la zona central y centro sur perderían esa condición.

Más al sur y al norte de la zona intervenida, a pesar de que no había impedimento para exportar berries orgánicos frescos, se temía un impacto económico mayúsculo. La oferta de Chile en esa categoría se reduciría enormemente, no solo en volumen, sino que también disminuiría el número de semanas con envíos. Ante ese panorama, existía el peligro de que las cadenas de retail decidieran no comprar arándanos frescos orgánicos chilenos.

En total, peligraban las casi 12 mil toneladas de arándanos orgánicos que cosechaba anualmente Chile. Pasar de orgánico a convencional, desde un punto de vista económico, significa perder cerca de 25% de «premio» en el pago que tiene el primer tipo de fruta fresca.

Sin embargo, la última temporada exportadora tuvo gratas sorpresas para los agricultores.

La demanda no solo ha sido más sólida de lo esperado, sino que en algunos casos es notablemente mejor que antes del episodio de la Lobesia botrana.

Rumbo al sur

Como gerente comercial de Huertos Collipulli, Cristóbal Duke se preocupó bastante por la salida de la zona central de la exportación de arándanos frescos orgánicos. Entre las regiones de Valparaíso y del Biobío se concentra entre el 70% y 80% de la oferta chilena en esa categoría.

«No sabíamos cómo iba a reaccionar el mercado. Se podía terminar por falta de oferta», recuerda Duke, cuya empresa está afincada en La Araucanía.

De hecho, en el escenario posfumigación con bromuro de metilo, la oferta chilena de ese berry orgánico en fresco se redujo a cerca de 3.000 toneladas.

Duke explica que en el nuevo escenario, la salida de volúmenes relevantes de orgánicos se postergó desde las semanas 46 o 47 a las semanas 50 o 51, es decir, con casi un mes de retraso.

La respuesta de las cadenas de supermercados fue más allá de lo esperado. La demandada no solo siguió, sino que los precios se dispararon en la última temporada. Del 25% extra en precios sobre el convencional, se pasó a un precio promedio que fue el doble.

El arándano orgánico fresco se convirtió en un producto escaso y muy valorado por los consumidores de Estados Unidos. Para las cadenas de retail gringas, ese producto se transformó en un elemento diferenciador, lo que impulsó su interés por cerrar contratos con las exportadoras chilenas de berries.

Aunque solo hay la experiencia de una temporada con el «nuevo» mercado, el interés por la producción orgánica de arándanos desde La Araucanía al sur es creciente. De hecho, es previsible que aumente la superficie de este tipo de berries en las próximas temporadas.

Duke, en todo caso, prefiere poner la pelota en el piso y hacer hincapié en que detrás de la oferta orgánica sureña hay un trabajo importante.

«Tenemos condiciones climáticas, como las lluvias, que hacen más complicada la producción orgánica. Además, los consumidores son mucho más exigentes con la calidad y la presentación, pues están pagando mucho más por la fruta, por lo que demandan estándares más altos», afirma Cristóbal Duke.

Congelados, la otra opción

Si en la agricultura sureña había preocupación, en la zona central había claro temor. La opción de pasar a producir arándanos convencionales era vista con rechazo. Para aquellos más interesados en la parte monetaria, significaba bajar sus ingresos. En cambio, para quienes la producción orgánica es una opción de vida, además equivalía casi a una traición a sus principios.

La única opción viable era redirigir la producción hacia la industria de los congelados. De hecho, en los últimos años se había producido un crecimiento del segmento de arándanos orgánicos congelados. Eso sí, tradicionalmente para los agricultores la opción de vender a las plantas agroindustriales significó acceder a menores ingresos.

Adicionalmente, existía la duda de si el mercado podría absorber un aumento súbito de la oferta chilena en el berry congelado.

Sin embargo, de todas formas, en la última temporada hubo una masiva migración a la agroindustria.

Los resultados fueron más que interesantes. El retorno a productor en la zona de Chillán rondó los US$ 3,5 por kilo de arándano orgánico. En términos generales, un nivel similar a lo que se podría obtener con arándanos frescos convencionales. Eso sí, con la ventaja de tener una cosecha más simple y de menores costos, pues se elimina la necesidad de un packing. A ello hay que agregar la posibilidad de comenzar a mecanizar la mayoría de los procesos.

De hecho, para algunos productores el incidente de la Lobesia botrana no hizo sino que adelantar la migración de la producción de arándanos orgánicos hacia la industria de los congelados, que sí o sí se iba a dar en el largo plazo.

La Lobesia botrana empujó a productores orgánicos hacia el congelado.

 

Fuente: Revista del Campo

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