Desarrollan innovaciones en gestión del riego y control de la lobesia

El Centro de I+D de la empresa de telecomunicaciones ya está probando un modelo que le dirá al productor, vía teléfono, cuándo y cuánto tiempo regar, y también avanza en un sistema para el conteo de la población de polillas de la vid para hacer más eficiente el control.

Control de la Lobesia botrana, riego eficiente y trazabilidad son todos términos vinculados al sector agroalimentario. Por ello, cuando Hernán Orellana, director ejecutivo del Centro de I+D de Telefónica, cuenta que están investigando en esos temas, la pregunta es inmediata: ¿Qué hace una empresa de telecomunicaciones invirtiendo en desarrollos para el agro?

Orellana cuenta que el centro nació a partir de la invitación que hizo Corfo a centros de I+D de distintas partes del mundo para instalarse en Chile a trabajar en buscar soluciones tecnológicas a problemas de áreas prioritarias para el país.

«Desde hace 25 años que Telefónica tiene un área de I+D, pero estaba orientada a la tecnología para el negocio. Sin embargo, no tenía ningún centro de de I+D en Latinoamérica y querían hacer algo acá. La Corfo armó un instrumento muy atractivo -dos tercios del financiamiento- para atraer centros de investigación y desarrollo al país y nos pareció un desafío interesante. Entonces, surgió con el objetivo de, en un horizonte de cuatro años, ayudar desde el Internet de Las Cosas a resolver problemas concretos de productividad, eficiencia y recuperar elementos que se habían perdido en el tiempo, en la industria nacional», comenta Hernán Orellana.

Y para ello eligieron tres áreas clave para el país: minería, por su impacto en las importaciones; agricultura, por la voluntad de hacer de Chile una potencia agroalimentaria, especialmente en alimentos saludables; y ciudades, «que fue más sugerencia nuestra, pues Santiago, al igual que otras grandes ciudades, está sufriendo los rigores del crecimiento y siendo poco amistosa con sus habitantes», comenta Orellana.

El desafío, dice Orellana, es que los resultados puedan escalarse comercialmente, especialmente porque la empresa apostó por el negocio con un plazo de cuatro años. Es decir, si en ese período no se generan desarrollos que  redunden en ingresos, habría que replantearse el proyecto. «Esto es un emprendimiento y, como tal, hay que demostrar que va a tener algún resultado. Esto no es filantropía, sino que se busca algún retorno económico», enfatiza. Y ya tienen andando algunos proyectos, especialmente en riego, control de Lobesia botrana (o polilla de la vid), pronóstico de cosechas y monitoreo de productos frescos de exportación.

Análisis desde la tecnología

Lo primero fue determinar las áreas con oportunidad para resolver problemas usando la tecnología, comenta el especialista.

Seleccionaron dos: la agricultura de precisión, en la que con tecnología se podrían controlar distintas variables del proceso productivo, y la trazabilidad, que puede abrir nuevos mercados o ampliar la oferta de productos.

«En agricultura de precisión hemos encontrado que hay ciertos atributos como, por ejemplo, ser capaces de predecir cuál va a ser el rendimiento de un determinado cultivo mucho antes de que se coseche. Esto puede ser una herramienta muy importante para negociar los volúmenes y precios. Otro ámbito que se desarrolla en forma paralela es la trazabilidad. En esto hay una serie de oportunidades que nacen de la necesidad propia del proceso productivo y de los mercados. Huellas de carbono, del agua, compensación, trazabilidad de origen», explica.

Se refiere a que lo que se busca es desarrollar herramientas específicas, que permitirían aumentar el valor de las exportaciones.

«Por ejemplo, países como Japón están interesados en comprar cerdo fresco. Pero es complejo, porque tiene una duración muy corta en el punto de venta. Ahí estamos viendo la posibilidad de contar con una herramienta de control y gestión de toda la cadena, desde que sale de la planta de procesamiento hasta que llega al destino. Eso considera incluir un monitoreo permanente y la posibilidad de que quienes tienen directa relación con toda la cadena puedan utilizar esa herramienta para hacer el proceso más eficiente en todo sus ámbitos y así ofrecerle al cliente un producto que es eminentemente tecnológico», plantea Orellana.

Agrega que la idea es hacer algo similar con la fruta fresca; es decir, predecir, monitorear y gestionar en línea cada etapa del proceso, incluido el transporte, y que permita incluso que el exportador y dueño de la fruta pueda intervenir el contenedor ante cualquier alteración de la cadena de frío, por ejemplo. «Este es un proyecto, que en algún momento vamos a partir. Y queremos cruzarlo con otras iniciativas de logística que estamos trabajando», dice.

Modelo de riego y conteo de polillas

Una vez definidas las áreas en las que trabajarían con el agro, comenzaron a hilar más fino. Así, fue como en agricultura de precisión optaron por el agua. «Independiente de la zona agrícola donde se esté, el agua va a ser cada día más escasa y es un bien más valioso. Entonces, hoy necesito hacer una estrategia de sobrevivencia para mantener mis cultivos o animales vivos», comenta Orellana. Comenzaron entonces a investigar en un desarrollo que aúne las tecnologías existentes, como sensores de humedad y temperatura, con estaciones meteorológicas e información en línea.

«La visión es relativamente simple. Queremos poner a disposición de los 250 mil pequeños y medianos agricultores, que tienen en promedio 2 a 3 hectáreas cada uno, y donde la mayoría riega por disponibilidad del recurso y por olfato. Entonces, estamos usando una combinación de sensores, que sean lo más baratos posible, sumado a una estación meteorológica cercana y de alta precisión, para desarrollar un modelo que le diga al agricultor cuándo y por cuánto tiempo tiene que regar. A este modelo que hoy tiene dos variables, se le van a ir agregando componentes, como tipo y etapa de desarrollo del cultivo, fertilizantes, tamaño de la planta y ritmo de crecimiento, entre otros».

Los prototipos ya se están probando en distintos campos y esperan tenerlos a mediados de año en etapa productiva y comercial. «La idea es que mañana un productor pueda ir a donde usualmente adquiere sus insumos, compre a un costo muy bajo los sensores y los instale él mismo, y pueda tomar decisiones desde lo que ve en el teléfono», recalca.

Lo anterior lo complementarán con lo que denomina aprendiza profundo. «Se busca que el prototipo pueda aprender y obtener cierta información a partir de imágenes, y eso permita hacer pronósticos a futuro. Hoy trabajamos con imágenes de cultivos en etapa temprana y los prototipos están aprendiendo a contar la fruta y usar esa información como un insumo adicional para predecir de qué tamaño y calibre va a ser la fruta de ese árbol», cuenta.

En ello utilizarán las nuevas herramientas disponibles, como los drones, para que este sea el que registre las imágenes en unas cuantas pasadas sobre un cultivo: «El objetivo es reconocer en una etapa temprana la cantidad de frutos de un árbol y así estimar la producción».

Una tecnología similar es la que pretenden desarrollar para contar tecnológicamente el número de polillas de la vid o Lobesia botrana presentes en un huerto. «Queremos contar la polilla en tiempo real. Para eso hemos aprendido cómo se desplaza, cuál es su ciclo. Esto permitiría hacer más eficiente su control», enfatiza.

El proyecto de la Lobesia está en la etapa de captura de imágenes. «Necesitamos muchas imágenes para que el modelo aprenda a contar solo. Hay que entrenarlo«, dice.

El otro desafío es tener una trampa o un sistema de escáner que permita hacer el conteo en forma más eficiente. Hicieron un concurso que entregaba un premio de 10 mil dólares para desarrollar sus prototipos.

«No nos interesa ser expertos en trampas, sino el resultado que produce esa información. Los sensores, las plataformas, son tecnologías habilitantes. Tomamos esa información y generamos conocimiento. Entonces, estamos invitando a las empresas que tengan desarrollos de sensores, de contar los frutos, de análisis de suelo, a todo el que tenga algún tipo de sensor físico, a que trabajen con nosotros, porque utilizamos esa tecnología para generar conocimiento», insiste.

Forma de trabajo

Lo primero para el aterrizaje en los temas agrícolas fue detectar cuáles necesidades podían ser resueltas con tecnologías nuevas.

«Para eso estamos hablando con muchos agricultores. Porque lo que estamos intentando desarrollar se hace trabajando con los que tienen los dolores. Es a ellos a los que se les pregunta cuáles son sus problemas. Aquí la clave es cómo se aplica la tecnología para resolverlos. Para eso tenemos que hacer una lista de ellos. Por otro lado, está la tecnología y hay que encontrar donde ambos se encuentren. Para ello, hemos contratado un par de personas que saben del tema y nos hemos ido combinando para ir trabajando», explica Orellana.

Destaca además que la colaboración es clave para la innovación. «Quien no use tecnología de innovación abierta tiene mucho menos probabilidades de tener éxito que los que van por su propio lado», dice.

De ahí el llamado a quienes están en distintos ámbitos para que participen en estos desarrollos. «Es muy difícil que algún actor de cualquiera de los componentes tenga la capacidad para resolver el problema en forma integral, porque cuando los niveles de complejidad son mayores, se requiere de una mayor sofisticación. Los problemas por resolver en el agro son complejos y esa complejidad obliga a trabajar en conjunto. De ahí que estemos trabajando con FDF, Asoex, SAG, Meteorología, Comité de Arándanos… Con todos los que  pueden aportar en esta construcción de valor», agrega.

Fuente: Revista del Campo

 

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