Entre enero y mayo, Marruecos se convirtió en el primer proveedor de frutas y hortalizas frescas a España por valor.

Las cifras oficiales de las aduanas españolas, elaboradas por la Federación de Asociaciones de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas (FEPEX), cifran los envíos de Marruecos en 834 millones de euros, un salto del 30% respecto al mismo periodo del año anterior.

En volumen, Francia se mantiene a la cabeza con 549.069 toneladas enviadas a España, un aumento del 11%. Le sigue Marruecos con 322.810 toneladas, un 26% más.

El hecho de que Marruecos lidere en valor pero ocupe el segundo lugar en volumen muestra un movimiento decisivo hacia productos de mayor calidad y mejor precio.

Los compradores españoles ahora pagan más por kilo por los productos marroquíes, una señal de que los estándares, la confiabilidad y la presentación están a la altura de las expectativas europeas.

El auge de Marruecos se debe a años de inversión específica. Plantas de empaquetado modernas, granjas certificadas y redes logísticas mejoradas permiten ahora a los exportadores cumplir con los estrictos plazos y controles de calidad exigidos en España.

Este éxito también llega en un momento en que los productores españoles se enfrentan a una caída de la producción nacional y a frecuentes perturbaciones climáticas. Los importadores ven a Marruecos como una fuente estable y competitiva para abastecer los supermercados.

La tendencia marca una reversión histórica en la balanza comercial.

España, que durante mucho tiempo fue exportadora a Marruecos, ahora depende de este país del norte de África para una parte cada vez mayor de su suministro de frutas y verduras.

Sin embargo, el nuevo crecimiento conlleva responsabilidades. La gestión de los recursos hídricos, el control del volumen de las exportaciones y la protección de los ingresos rurales determinarán la capacidad de Marruecos para mantener su liderazgo.

Marruecos se enfrenta a uno de sus períodos más secos de los últimos años, con la escasez de agua presionando gravemente sus principales zonas agrícolas. Las redes de riego en las principales zonas productoras se encuentran bajo presión, lo que obliga a los agricultores a adaptar sus cultivos y prácticas agrícolas.

Las inversiones en sistemas de riego eficientes, desalinización y una mejor gestión de los recursos han mantenido hasta ahora la producción en marcha, pero la fuerte dependencia de reservas de agua limitadas plantea interrogantes sobre cuánto tiempo podrá el sector mantener su ritmo actual de crecimiento.

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