Cómo realizar una correcta mantención de los equipos de riego

Para que los equipos de riego funcionen de forma adecuada durante todo el año es fundamental realizar mantenciones técnicas, especialmente en invierno, cuando la temporada de riego ya ha terminado, o bien cuando las frecuencia de riego han disminuido, en el caso de las especies persistentes.

Lo cierto es que con un buen chequeo se pueden evitar daños, que al final del día repercutirán de forma importante en los rendimientos y calidad de la producción y, por ende, en el bolsillo del agricultor. Por lo mismo, es importante que los responsables de esta labor se tomen en serio esta recomendación y le dediquen tiempo a la tarea de revisar que todo funcione bien.

La idea es llegar a la próxima temporada de riego con un sistema de riego en perfecto estado de funcionamiento y calibrado, de tal manera de poder cumplir con el programa establecido.

Si bien la mantención de los equipos de riego es una de las actividades más relevantes de este período, no es la única. En el caso de que las precipitaciones invernales sean inferiores a las normales, hay que considerar la realización de riegos suplementarios que permitan llegar a la primavera, cuando se inicia el crecimiento radicular, con un suelo que posea su estanque lleno, con el fin de que las raíces de la planta cuenten con una reserva de agua suficiente que les permita empezar sus primeros estados de desarrollo sin dificultades.

Mantención completa

La mantención de un equipo de riego consta de una completa revisión de todos sus componentes, es decir, la bomba, los filtros, las válvulas, las matrices, los laterales y los emisores.

1. Motores y bombas

Gran parte de los equipos de riego necesitan presión proporcionada por una bomba, ya sea con motor bencinero o eléctrico, para operar.

La mantención de los motores bencineros requiere de una mayor atención, ya que de ella depende directamente su funcionamiento y vida útil. En general, se deben seguir las siguientes especificaciones técnicas:

  • Revisar el nivel de aceite cada 8 horas de funcionamiento.
  • Cambio de aceite del motor cada 50 horas.
  • Limpiar filtro de bencina cada 50 horas.
  • Cambio de bujías cada 100 horas.
  • Mantener libre de suciedad los resortes y cables de mando.
  • En periodos donde no se utilice el equipo por más de 30 días se debe vaciar el estanque de combustible.

Adicionalmente, hay que mantener un suministro constante de combustible para su funcionamiento.

En los motores eléctricos no se requiere tanta mantención, sólo se debe procurar mantenerlos limpios y estar atento a aumentos de temperatura y ruidos de los rodamientos.

En relación a las bombas, casi la totalidad de las que se comercializan en Chile son del tipo centrífugo, es decir, hacen uso de la fuerza centrífuga para impulsar el agua en forma perpendicular al eje de rotación del rodete.

En el mantenimiento de las bombas centrífugas se deben considerar las siguientes indicaciones:

  • Observar si se produce fuga de agua a través de las empaquetaduras, retenes de eje del impulsor y de las empaquetaduras de la carcasa. El agua actúa como líquido refrigerante y lubricante de la empaquetadura del eje, evitando su desgaste. Adicionalmente, al existir una fuga de agua, especialmente en las empaquetaduras de la carcasa, se produce la entrada de aire, lo que impide la impulsión del agua.
  • Periódicamente se deberá revisar el impulsor, ya que un desgaste excesivo produce una disminución del caudal útil y del rendimiento. La rapidez con que este desgaste aumente dependerá de la calidad del agua bombeada. Así, aguas con mucha arena en suspensión gastarán rápidamente el impulsor, por lo que será conveniente cambiarlo.
  • Es recomendable desmontar la unidad de impulsión por lo menos una vez al año para proceder a la limpieza y revisión de todas las partes móviles que puedan sufrir desgastes y reponerlas en caso necesario.
  • Para retirar de servicio una bomba, se debe cerrar paulatinamente la válvula reguladora de caudal y presión montada en la tubería de impulsión hasta interrumpir completamente la circulación del fluido, desconectando a continuación el motor.
  • Una vez realizada la mantención de la bomba es necesario montarla perfectamente en una fundación sólida, de manera de evitar vibraciones que originen desplazamientos de bomba o motor, con las consiguientes perturbaciones por falta de alineación.

2. Filtros

Los filtros son elementos importantes en un equipo de riego ya que tienen la función de impedir el paso de gran cantidad de impurezas presentes en el agua de riego (algas, semillas, insectos, restos de hojas, basuras, arena, etc.). Estas partículas pueden tapar los orificios de los emisores. Por tal motivo es muy importante su debida mantención.

Los filtros debieran hacer un proceso de retrolavado en forma periódica para extraer la suciedad almacenada producto de su funcionamiento normal. Los manómetros, ubicados antes y después de los filtros, indicarán cuándo debe realizarse esta labor. En general, la diferencia de presión normal antes y después de los filtros de grava es de 1 a 3 metros, cifra que aumenta a medida que se tapan. Cuando la diferencia sobrepasa los 6 metros resulta imprescindible hacer un retrolavado.

En algunos casos, después del retrolavado, el manómetro que se encuentra a la salida de los filtros no aumenta su lectura, lo que puede ser índice de una obturación severa. Ello obliga a mover la arena y realizar sucesivos retrolavados.

Sin perjuicio de lo anterior, una vez al mes o con mayor frecuencia si las condiciones de agua así lo determinan, se deberá destapar el filtro, remover la grava depositada al interior e inyectar agua con una manguera, provocando que el rebalse que se produce por la misma abertura arrastre las partículas depositadas en el interior. Este lavado debe prolongarse hasta que el agua salga limpia y la grava se vea blanca. La remoción debe hacerse hasta el fondo del filtro, de manera que todo el volumen ocupado por la grava sea removido.

Al final de la temporada, los filtros tienen que ser desmontados con el fin de observar el desgaste de sus paredes interiores, aprovechando la oportunidad para realizar una aplicación de pintura antióxido. También es necesario revisar la arena. Si los cantos se encuentran redondeados, hay que cambiarla.

Los filtros de mallas también deben ser revisados y limpiados en forma constante. Si la malla está rota o saturada de partículas finas, debe cambiarse. Si se encuentra arena del filtro de grava, es posible que alguna criva de filtro esté rota, por lo que se deberá renovar.

Para limpiar de forma manual los filtros de arena, se tiene que desenroscar la tapa y separar los anillos, echando un chorro de agua a presión y ayudando con un cepillo. Se recomienda lavarlos una vez al año con ácido clorhídrico con el fin de evitar incrustaciones cálcicas.

3. Válvulas

Es necesario limpiar y chequear de forma periódica los orificios y membranas de las válvulas solenoides, ya que tienden a fallar al tercer o cuarto año de funcionamiento. Por otro lado, si la válvula solenoide no cierra bien, puede ser síntoma de la existencia de una basura entre la membrana. Para ello, se debe proceder a desarmarla y lavarla interiormente con cepillo y agua limpia. Al armar la válvula, deberán reponerse las empaquetaduras que se hayan deteriorado. En el proceso de armado, deberá tenerse la precaución de seguir la secuencia inversa al desarme y mantener las piezas internas en su posición original. Adicionalmente debe revisarse las conexiones eléctricas.

En relación a las válvulas de aire y alivio, es necesario realizar limpieza y chequeos periódicos de los orificios y membranas, las que deben cambiarse si existe algún tipo de problema.

4. Emisores, laterales y matrices

En las tuberías matrices, laterales y goteros tienden a depositarse precipitados de carbonato de calcio y partículas finas que atraviesan los filtros, los que tienen que ser eliminados de la red para evitar obturaciones en los emisores. La mejor forma de evitar obturaciones es mediante la prevención. No obstante, muchas veces el detectar anticipadamente este tipo de fallas no es fácil. En la mayoría de los casos el problema se descubre cuando el grado de obturación es avanzado, generando que la limpieza de emisores y conductores sea de un costo elevado.

5. Lavado de la red de riego

Las obturaciones físicas, por lo general, se pueden mejorar con una adecuada selección de los elementos de filtrado, pero hay partículas que de todas formas logran depositarse en los emisores, formando agregados de mayor tamaño. Para evitar este problema se debe realizar en forma periódica un lavado mecánico del sistema con presiones de 3 a 4 kg/cm2 (30 a 40 m), conocido como “flushing”. Para esto último es fundamental disponer de presión extra en el equipo de riego.

El lavado, debe comenzar en el cabezal y en la conducción principal, manteniendo cerradas las válvulas de las unidades de riego. Para hacerlo conviene instalar válvulas o tapones roscados en los extremos de las tuberías. Una vez aseada la conducción principal, se debe proceder a limpiar una por una todas las porta-laterales para luego seguir con las laterales, haciendo fluir el agua durante unos minutos. Como medida de precaución, antes de cerrar completamente el extremo de la tubería que se está limpiando, se debe abrir parcialmente el extremo de la tubería del siguiente sector, continuando el proceso. Así, se evitan sobrepresiones en la red. Este tipo de limpieza es aconsejable realizarla cada 2 meses, dependiendo de la calidad del agua.

Las obturaciones químicas son provocadas por la precipitación en el interior de la estructura de sustancias que vienen en el agua de riego. Las más frecuentes son las de carbonato de calcio. Este es una sal de muy baja solubilidad (0.031 g/l), aunque a pH cercano a 6 puede aumentar hasta 100 veces.

De igual forma, es indispensable conocer la magnitud del problema, lo que se logra a través de un análisis químico del agua de riego. El análisis se procesa según el índice de Langelier, el cual relaciona la calidad de agua con las precipitaciones de los compuestos que contiene. Conociéndose este dato, existen dos tipos de solución:

  • Preventivas: Aplicaciones de ácido permanente cuando el problema es grave.
  • Correctoras: Aplicaciones de ácido en algunas oportunidades, cuando el agua es de mejor calidad.

El ácido debe usarse en toda el agua que requieren los cultivos y que pasa a través del equipo. Sin embargo, con frecuencia los volúmenes resultan muy grandes como para inyectarlos durante el riego. Por ello, a menudo, se recurre a aplicar la cantidad indicada sólo durante la última parte del riego, con el fin de que no precipiten las sustancias que se encuentran dentro de la instalación cuando se termina de regar.

Los ácidos más utilizados son sulfúrico (H2SO4) 36 N y fosfórico (H3PO4) 45N, los cuales deben elegirse de acuerdo a su disponibilidad y precio.

En la mayoría de los casos, aunque el índice de Langelier no indique aplicación preventiva, es necesario realizar los tratamientos correctores o de limpieza cuando se detectan obturaciones. Estos se efectúan aplicando ácido hasta conseguir concentraciones en el agua de riego de 1 a 2 por ciento. Para lograr este objetivo, se recomienda llevar a cabo el siguiente paso a paso:

  • Se coloca en el estanque inyector una solución de ácido al 10 por ciento (primero el agua en el estanque y luego el ácido concentrado).
  • Primero se pone el agua necesaria y luego el ácido concentrado.
  • Se aplica la mezcla a muy baja presión, funcionando los goteros con un gasto mínimo.
  • Luego se mide con papel pH el nivel de acidez del agua en los goteros más extremos, hasta encontrar valores de 2 a 3, lo que se logra con aproximadamente 3 a 6 litros por hectárea de ácido.
  • Se mantiene la instalación cerrada durante 12 horas.
  • Se realiza una limpieza a presión como la indicada anteriormente (flushing).

En ocasiones, cuando el grado de obturación es alto, se debe proceder a la limpieza individual de los emisores, sumergiéndolos durante 15 minutos en ácidos al 1 o 2 por ciento de concentración.

En relación a otros precipitados como los de hierro, manganeso y azufre también pueden obturar los emisores. El tratamiento preventivo consiste en provocar la oxidación y precipitación antes de los filtros de arena, para así retener las partículas.

Un método eficaz de evitar estos precipitados es aplicar de forma continua oxidantes como hipoclorito de sodio. Si el pH del agua es inferior a 6.5 el cloro puede evitar estos precipitados de hierro, cuando la concentración de éste es inferior a 3.5 ppm. Si el pH es superior a 6.5 los precipitados se evitan con concentraciones de hasta 1.5 ppm. La aplicación de ácidos puede ser necesaria para mejorar el pH. La concentración adecuada de hipoclorito de sodio se calcula a razón de 1 ppm de hipoclorito de sodio por 0.7 ppm de hierro. La reacción es muy rápida. En presencia de manganeso hay que tener cuidado con la aplicación de hipoclorito, ya que la oxidación de este elemento es mucho más lenta que la de hierro y los precipitados pueden formarse después de superado el filtro de arena. Cuando los emisores están parcialmente obturados, se puede aplicar ácido en la forma descripta para las obturaciones con carbonato de calcio.

Las obturaciones biológicas son ocasionadas principalmente por algas transportadas por el agua de riego, o desarrolladas en los filtros o en las salidas de los emisores. También son causadas por sustancias mucilaginosas producidas por microorganismos, fundamentalmente bacterias.

Cuando se presentan taponamientos de este tipo, es necesario realizar tratamientos de limpieza (correctores) de manera análoga a la descrita para un tratamiento con ácido, pero empleando biocidas de alta concentración.

Uno de estos compuestos es el cloro, ampliamente utilizado en forma de hipoclorito de sodio al 10 o al 12%. Posee un efectivo control sobre algas y otros microorganismos. Al mezclarse con agua, el cloro adquiere un fuerte poder oxidante, aunque sólo una fracción permanece en estado libre con acción biocida. Requiere un pH entre 5 y 7,5 para lograr un control adecuado, pero el óptimo funcionamiento se obtiene con pH entre 5,5 a 6,0. La limpieza del sistema consiste en mantener una concentración de cloro libre entre 0.5 y 1 ppm. en el agua que sale desde el emisor más lejano, durante unos 45 minutos aproximadamente. Si la concentración de cloro libre es menor, el efecto puede ser incluso contraproducente, ya que bajas concentraciones de cloro estimulan el rápido crecimientos de bacteria. Para conseguir esta condición pueden ser necesarias dosis de entre 3 y 10 ppm. de cloro total. Cuando el pH es superior a 7,5 las necesidades de cloro libre al final de los emisores debe ser del orden de 2 a 3 ppm.

Los tratamientos se pueden repetir cada 6 horas. El cloro se puede aplicar en cualquier momento del riego, aunque es conveniente que durante la última hora no salga cloro por los emisores. La inyección debe hacerse antes de los filtros para evitar crecimientos bacterianos en las arenas.

Cálculo de la cantidad de cloro: Para obtener una concentración de 10 ppm (10 g/m3) y sabiendo que la concentración de hipoclorito de sodio es de 10%, se requiere 0.1 litro de hipoclorito por m3 de agua. Si se requiere tratar 20 m3 de agua se necesitan 2 litros de hipoclorito se sodio disuelto en 100 litros de agua y se inyectan a la red en el tiempo requerido. La dilución en el tanque de fertilizantes no tiene importancia. Los metros cúbicos a tratar se obtienen multiplicando el caudal de un emisor por el número de emisores en el perfil de suelo y por el tiempo de aplicación del biosida, que debe ser de a lo menos 45 minutos. En general se requiere entre 1 a 1.5 litros de hipoclorito al 10% por hectárea en goteo; 6 a 7 litros en riego por cinta espaciado a 1.5 metros.

Finalmente, para el control de algas en fuentes de agua (pozos y embalses) se recomiendan tratamientos con sulfato de cobre en dosis de 0,05 a 2 ppm (0.05 a 2 g/m3 de agua). No se debe utilizar material de aluminio para su preparación ya que se forman compuestos tóxicos para los peces.

 

Fuente: Elmercurio.com

 

 

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