Compost: Comprobaciones de calidad
Los procesos que explican el proceso de compostaje son complejos y muy numerosos. Intervienen una cantidad de procesos bioquímicos procedentes de los organismos que en él se encuentran. Hongos, bacterias, levaduras y otros organismos (como las lombrices) se encargan de descomponer y transformar los residuos compostables en compost maduro. Cada grupo de microorganismos “ataca” los residuos compostables en diferentes momentos y fases, dependiendo de la fase de descomposición de la materia y de las condiciones (temperatura, pH, humedad…). El proceso de humificación o formación de humus es uno de los más complejos que hoy se sigue estudiando con profusión. Este proceso es vital para el buen desarrollo de las plantas y se produce en todo suelo fértil. De hecho, valorar a un suelo como fértil, es sinónimo de un buen proceso de humificación entre otras cosas.
La humificación en 4 palabras
Es proceso de humificación es complejo, pero podríamos definirlo de forma muy general como el paso intermedio entre la materia orgánica fresca y los compuestos minerales en los que acaba convertida en última instancia. De forma esquemática y muy general podríamos establecer:
El resultado del complejo proceso de humificación puede ser más o menos estable en función del tiempo empleado en el proceso y sobretodo del equilibrio que se consiga entre la materia orgánica rica en nitrógeno (partes jóvenes y verdes de las plantas) y la materia orgánica rica en carbono (compuestos celulósicos y lignificados procedentes de partes más viejas). De hecho, si estás algo metido en el mundo del compost, sabrás que uno de los valores que nos indican si el compost producido es estable, es la relación C/N.
Como resultado del proceso de compostaje, en función del tiempo, podemos obtener compost joven o compost maduro. Ninguno es mejor que otro. Tienen diferentes propiedades y usos desde el punto de vista del aprovechamiento agrícola del huerto.
Se entiende que el compost maduro es más estable y los elementos que lo componen pueden ser utilizados directamente por las plantas. Es lo que conocemos como mantillo. Si nuestras plantas necesitan un aporte de nutrientes disponibles inmediato, este será el mejor compost, por ejemplo, en procesos de germinación o si hay un déficit serio de nutrientes en el suelo. El problema es que el aporte es tan inmediato que, a largo plazo, el suelo volverá a estar desnutrido (aunque en menos proporción). Este tipo de compost tarda aproximadamente de uno a dos años en formarse.
Por el contrario el compost joven, tiene una parte de sus elementos degradados y utilizables por las plantas y habrá otra fracción con compuestos complejos que todavía deben descomponerse. Este compost, a la larga, provocará una mayor actividad en el suelo, porque en él, todavía hay material susceptible de ser transformado por los organismos que se alimentan de él. Digamos que el compost joven puede llegar a ser un abono de liberación lenta en el suelo. El compost jóven tardará en formarse de 3 a 6 meses. Todos estos tiempos son relativos. Depende mucho de las condiciones del proceso (temperatura, estación del año, humedad, pH, aireación, equilibrio de materia prima…).
Cómo reconocemos un compost en buenas condiciones
La teoría es la teoría y luego hay que ponerla en práctica. Compostar bien es cuestión de aprendizaje, documentación, tiempo y experiencia y no siempre salen bien las cosas aunque creamos que lo hacemos todo como nos dicen o hemos aprendido. Hay ciertas condiciones particulares de cada situación y persona que composta, que hacen que esto no sea una ciencia tan exacta y a veces no sale bien.
Por ello, para intentar saber si el proceso de compostaje realizado ha salido como debiera vamos a ver ciertos test o pruebas de comprobación.
Color y olor. Lo primero en lo que fijarse
Esta es la primera prueba para saber si el compost está incompleto o no está en buenas condiciones de ser utilizado. El olor característico del compost bien elaborado es el de bosque, tierra húmeda. Conclusión, no debe ser un olor desagradable. Si así fuera (olores nauseabundos, ácidos, amoniaco, putrefacción), algo está saliendo mal. Pueden ser fermentaciones anaerobias, exceso de humedad, falta de aireación, desequilibrio entre componentes primarios. El color debe ser un marrón oscuro, en el que no veamos o nos cueste ver restos reconocibles de los residuos inicialmente incorporados.
Estructura del compost. Otro indicador complementario
Otra forma de comprobar si el resultado es satisfactorio es comprobar la textura del compost. Simplemente coge una fración de compost y apriétala fuerte en tu puño:
– Si al soltar se desmorona y se cae, estaremos ante un compost seco.
– Si por el contrario te esculla agua por la mano y gotea, tendremos un exceso de humedad (puede ser falta de aireación).
– Si el puñado de compost se mantiene con buena estructura, no esculla agua, ni se descompone estaremos ante un compost en buenas condiciones.
Los test de germinación y la relación C/N
De forma analítica, los test de germinación junto con la relación C/N, son los métodos más objetivos para establecer si nuestro compost es de buena calidad y se ha formado según lo esperado. El método más aceptado es el test de Zucconi. Requiere un mínimo instrumental de laboratorio para poder realizarlo correctamente. Con este test conseguiremos establecer un valor cuantitativo llamado índice de germinación. Si su valor supera el 80-85% es suficiente para afirmar que estamos ante un compost equilibrado y estable.
Como muchos de nosotros no tenemos acceso a dicho material de laboratorio, siempre podemos hacer una prueba un poco más basta pero que nos puede servir de forma orientativa para saber si el compost está como debe estar. Se trata de sembrar semillas de berro en un recipiente y ver su evolución. En función de su adecuado o inadecuado crecimiento podremos establecer, aunque no de forma cuantitativa, si el compost que tenemos es de calidad.
Fuente: Agromatica.es
Articulo anterior
Miguel Altieri: “La sequía ha llegado para quedarse…”