Grupo de expertos de la ONU llama a controlar la agricultura y el despilfarro de alimentos para frenar el Cambio Climático
El IPCC, Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) órgano internacional encargado de evaluar el estado de los conocimientos científicos relativos al cambio climático, sus impactos y sus futuros riesgos potenciales, así como las posibles opciones de respuesta, examinó el «Resumen» para responsables de políticas del informe especial titulado El cambio climático y la tierra, que fue aprobado por los gobiernos mundiales este miércoles en Ginebra (Suiza).
Este informe será una contribución científica fundamental en las próximas negociaciones sobre clima y medioambiente, como el 25º período de sesiones de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP25, que tendrá lugar en Santiago (Chile) en diciembre.
«La tierra desempeña una función importante en el sistema climático», dijo Jim Skea, copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC. El uso de la tierra para fines agrícolas, silvícolas y de otra índole supone el 23 % de las emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo, los procesos naturales de la tierra absorben una cantidad de dióxido de carbono equivalente a prácticamente una tercera parte de las emisiones de dióxido de carbono causadas por la quema de combustibles fósiles y la industria», añadió.
Según Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de Trabajo II del IPCC, en el informe se evidencia que la gestión sostenible de los recursos de la tierra puede ayudar a luchar contra el cambio climático. «La tierra que ya se está cultivando podría alimentar a la población en un contexto de cambio climático y ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable, pero se deben adoptar iniciativas tempranas de gran alcance que incidan simultáneamente en diversos ámbitos», explicó.Degradación de la tierra
La degradación de la tierra socava su productividad, limita los tipos de cultivos y merma la capacidad del suelo para absorber carbono. Ello exacerba el cambio climático y el cambio climático, a su vez, exacerba la degradación de la tierra de muchos modos distintos.
«Las decisiones por las que optemos en pro de una gestión sostenible de la tierra pueden ayudar a reducir y, en algunos casos, revertir esos efectos adversos», señaló Kiyoto Tanabe, copresidente del Grupo Especial del IPCC sobre los Inventarios Nacionales de Gases de Efecto Invernadero.
«En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta, y la gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión del suelo y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible», explicó.
Aproximadamente 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la desertificación. Las regiones que experimentan ese problema y las tierras áridas también son más vulnerables al cambio climático y los fenómenos de gravedad extrema, como sequías, olas de calor y tormentas de polvo, y el aumento de la población mundial no hace sino someter esas zonas a más presión.
«Los nuevos conocimientos evidencian un incremento de los riesgos de escasez de agua en las tierras áridas, daños por incendios, degradación del permafrost e inestabilidad del sistema alimentario, incluso en un escenario de calentamiento global de aproximadamente 1,5 °C», dijo Valérie Masson-Delmotte, copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC.
«Se considera que el riesgo relacionado con la degradación del permafrost y la inestabilidad del sistema alimentario alcanzará un nivel muy elevado en el caso de un calentamiento de 2 °C», señaló.
El amplio análisis contiene recomendaciones para que los gobiernos dicten políticas con el fin de cambiar el uso forestal y agrícola del suelo para así contribuir a la lucha contra el cambio climático, teniendo en cuenta que, entre otras cosas, los bosques absorben cerca de un tercio de las emisiones de dióxido de carbono (CO2).
Seguridad alimentaria
En el informe se destaca que el cambio climático afecta a los cuatros pilares de la seguridad alimentaria: disponibilidad (rendimiento y producción), acceso (precios y capacidad para obtener alimentos), utilización (nutrición y preparación de alimentos) y estabilidad (alteraciones de la disponibilidad).
«Problemas que se derivarán del cambio climático en el futuro, como la reducción del rendimiento —en particular en los trópicos—, el aumento de precios, la pérdida de calidad de los nutrientes y las alteraciones en la cadena de suministro, afectarán cada vez más a la seguridad alimentaria», manifestó Priyadarshi Shukla, copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC.
«Veremos distintos efectos en función del país, pero las consecuencias serán más drásticas en los países de ingresos bajos de África, Asia, América Latina y el Caribe», explicó. En el informe se constata que aproximadamente una tercera parte de los alimentos producidos se echa a perder o se desperdicia.
«Algunos patrones alimentarios requieren más agua y tierra y provocan, en comparación con otras alternativas, más emisiones de gases que atrapan el calor», dijo Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC.
«Las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal (como cereales secundarios, legumbres, frutas y verduras) y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible en sistemas que generan pocas emisiones de gases de efecto invernadero presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos», apuntó.
En el documento se recomienda la puesta en marcha de «políticas que reduzcan el despilfarro de comida e influyan en la elección de determinadas opciones alimentarias», en una alusión directa a consumir menos carnes a fin de que reduzcan la población obesa o con sobrepeso, próxima a los 2.000 millones de personas.
De acuerdo con el informe, se derrocha entre un 25 y un 30 por cien de la comida que se produce en el planeta, por lo que combatir este problema puede rebajar las presiones por reducir bosques y aumentar el suelo agrícola, contribuyendo así a una reducción de las emisiones de CO2 (principal gas causante del efecto invernadero).
También se propone retomar prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas de las poblaciones indígenas tradicionales, ya que según el documento «su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización».
Claves para entender la relación entre suelo y CC
Tradicionalmente el suelo absorbía el CO2 de la atmósfera a modo de enorme sumidero de gases de efecto invernadero pero su paulatina degradación y desertificación con prácticas como la deforestación para nuevos usos con fines ganaderos, agrícolas, actividades industriales o para construcción de infraestructuras están haciendo que la tierra deje de atrapar emisiones para convertirse por el contrario en generador de las mismas.
La utilización del terreno por parte del hombre es enorme: aproximadamente el 72 por ciento del suelo libre de hielo es utilizado por las personas para alimentarse, vestirse y mantener las progresivas demandas de una población mundial en crecimiento.
La forma en que nos alimentamos, vestimos y extraemos recursos de la naturaleza está modificando el clima terrestre, contribuyendo con un 23 % de las emisiones que calientan la atmósfera. Y esto pone en peligro el recurso fundamental que sostiene la vida: el suelo.
Los fertilizantes en la agricultura y las emisiones de metano y óxido de nitrógeno asociadas al ganado son una fuente significativa de emisiones de gases invernadero, y de ahí el llamamiento de los científicos del IPCC a un cambio de conducta alimenticia en el mundo.
La forma en que se produzca la comida afectará a la seguridad alimentaria en el futuro: cada grado de temperatura que aumente se sentirá mucho más en la productividad de los cinco principales cultivos del mundo: el trigo, la soja, el maíz, el arroz y el sorgo.
Los gobiernos deben asimismo detener la deforestación, teniendo en cuenta que selvas y bosques absorben un tercio de las emisiones globales de dióxido de carbono, además de jugar un rol importante en el enfriamiento de la corteza terrestre o la generación de lluvias.
Desde entonces, este grupo genera informes periódicos para mejorar el conocimiento científico sobre el cambio climático con el objetivo de que sirvan de base a los gobernantes y demás responsables políticos para adoptar medidas más eficientes para mitigar este fenómeno global. Sus contribuciones científicas no están retribuidas económicamente.
En concreto sus aportaciones con ese nuevo informe ayudarán a los Gobiernos y a los tomadores de decisiones políticas a mejorar sus decisiones sobre ecosistemas terrestres y el uso de la tierra para aminorar su degradación, la desertificación y sus posibles efectos con la seguridad alimentaria.
Este informe especial aprobado sobre cambio climático, desertificación, degradación de suelos, uso sostenible de tierras, seguridad alimentaria y flujos de gases invernadero en ecosistemas terrestres se decidió elaborar en 2016 con el Acuerdo de París.
También forma parte de este tipo de documentos sobre temáticas muy concretas vinculadas con el cambio climático el publicado hace apenas un año, conocido como el de los 1,5 grados, que determinó el posible impacto de un aumento de temperatura hasta esos niveles, que comparado con un hipotético escenario de aumento de 2 grados tendría efectos bastante menos agresivos para el planeta.
Los científicos del IPCC esperan que su informe inspire nuevas políticas de explotación del suelo por parte de distintos gobiernos, y que los primeros compromisos sean asumidos y anunciados en la cumbre climática del 23 de septiembre en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, instancia para que los mandatarios que estarán presentes en la COP25 asuman tales compromisos como políticas de Estado.