Hacia dónde se mueve la próxima gran expansión del arándano
Durante los últimos veinte años, el arándano se ha convertido en uno de los cultivos más dinámicos del planeta. Pasó de ser una fruta “especial” del hemisferio norte a transformarse en un producto global, presente en supermercados de todo el mundo y disponible los doce meses del año. Su promesa —salud, sabor, conveniencia— calzó perfectamente con una nueva generación de consumidores que valora alimentos funcionales y de alto valor nutricional. Pero esa expansión, que parecía ilimitada, ha entrado en una etapa distinta: una en la que la pregunta ya no es cuánto crecerá la industria, sino dónde crecerá, quiénes liderarán ese crecimiento y cómo cambiará el mapa global de la producción y la exportación de fruta fresca.
Redistribución silenciosa
Lo que está ocurriendo es una redistribución silenciosa del cultivo a nivel mundial. Los países que hace diez años encabezaban las estadísticas ya no son los mismos que hoy protagonizan los proyectos de expansión. Nuevas regiones, nuevos inversionistas y nuevas variedades están moldeando un escenario completamente distinto. Y, aunque el consumo global sigue aumentando —especialmente impulsado por Asia—, la industria vive un momento de inflexión en el que el crecimiento ya no vendrá simplemente de plantar más hectáreas, sino de plantar en los lugares adecuados, con variedades de alto desempeño y bajo condiciones logísticas que permitan llegar con fruta premium a mercados cada vez más exigentes.
Alto estándar
A diferencia de otras frutas, el arándano no tolera mediocridad. Los consumidores pueden perdonar algunos defectos en una manzana o una uva, pero en el arándano —y especialmente en el segmento premium— la textura crujiente, el dulzor equilibrado y la condición impecable son requisitos intransables. Este cambio en la expectativa del consumidor ha comenzado a orientar las decisiones globales sobre dónde expandir la producción. Ya no basta con tener tierra y agua: hoy se necesita clima adecuado, cercanía a los mercados, variedades de última generación y un ecosistema exportador capaz de mantener la calidad durante miles de kilómetros, hasta la mesa del consumidor.
Este es uno de los motivos por los cuales África está emergiendo como el continente con mayor potencial de crecimiento. Hace apenas una década, la presencia africana era casi simbólica; actualmente, Marruecos y Sudáfrica se han consolidado como líderes de una ola que no se detendrá muy pronto. Marruecos, por ejemplo, ofrece una combinación que pocos países pueden igualar: clima templado, disponibilidad de mano de obra, costos relativamente competitivos, cooperación público-privada y una cercanía privilegiada a Europa. Su principal cualidad es la capacidad de entregar fruta en 72 horas a mercados clave como Londres, París o Berlín. Esa ventaja logística ha transformado al país en el nuevo destino favorito de inversionistas europeos y compañías globales que buscan garantías de frescura y consistencia. Para muchos en la industria, Marruecos ya dejó de ser un origen emergente y es un protagonista indiscutido del arándano premium en Europa.
El sur también existe
Algo similar ocurre en Sudáfrica, aunque en una escala más diversa y con ventanas comerciales distintas. La amplitud climática del país permite producir arándanos en épocas en que Europa tiene menor competencia, lo que convierte sus exportaciones en una pieza clave de la oferta global. Y, como si fuera poco, su posición estratégica permite abastecer también al Medio Oriente y al sudeste asiático con relativa eficiencia. De manera silenciosa, Sudáfrica está construyendo una reputación que podría convertirla en uno de los orígenes más influyentes del próximo ciclo.
Más al norte, países como Zambia y Zimbabue ya muestran proyectos tecnificados, variedades premium y un crecimiento acelerado, impulsado por empresas internacionales. Estos países, que hace apenas unos años no figuraban en el mapa del arándano, hoy forman parte de lo que muchos analistas llaman el “boom africano”. El continente está experimentando algo parecido a lo que vivió Perú hace diez o doce años: un salto brusco desde la marginalidad productiva hacia la relevancia global.
Perú, un gigante de larga vida
Mientras África acelera, América Latina se encuentra en una etapa distinta, pero no menos clave. Perú, que se convirtió en el mayor exportador del mundo gracias a un modelo intensivo, tecnificado y apoyado en mano de obra abundante, ha comenzado a desacelerar su expansión. La escasez de agua, la salinización y los nuevos desafíos climáticos están empujando al país hacia un crecimiento más selectivo y orientado a renovaciones varietales. Nadie duda de que Perú seguirá siendo un gigante, pero ya no crecerá al ritmo explosivo del pasado.
México, en cambio, vive un ciclo distinto. Su cercanía geográfica con Estados Unidos y su logística vinculada al mayor mercado del mundo le otorgan una ventaja inigualable. Ningún otro país puede entregar fruta fresca en cuestión de horas en ese mercado, y esa frescura se traduce en precios superiores y mayor fidelidad del consumidor. Por eso, la expansión mexicana continuará, no tanto por volumen bruto, sino por calidad: variedades más crocantes, calibres superiores y un posicionamiento que la perfila como el “Marruecos” del mercado norteamericano.
¿Chile rentable?
Chile protagoniza el caso más interesante de reconversión cualitativa. El país, que llegó a ser referencia en arándanos, perdió competitividad cuando la presión de nuevas variedades genéticas y mayores exigencias del mercado dejó atrás a sus materiales antiguos. Pero en los últimos cinco años, Chile ha emprendido una reconversión intensiva que ya muestra frutos: nuevos materiales, manejo más especializado y un foco absoluto en fruta premium para China, Estados Unidos y Europa. Chile volverá a crecer, no en hectáreas, sino en retorno por kilo, la métrica que hoy realmente importa.
Mientras tanto, otros países latinoamericanos, como Argentina y Colombia, avanzan a ritmos más moderados, pero con apuestas claras por la calidad y por nichos diferenciados.
Un gigante de buen apetito
En Asia, en cambio, el panorama es completamente distinto. Aquí el crecimiento es interno. China es actualmente el mayor consumidor mundial de arándanos y está impulsando una expansión productiva destinada exclusivamente a satisfacer su enorme mercado doméstico. Zonas como Yunnan, Shandong y Liaoning albergan plantaciones modernas, muchas de ellas con variedades protegidas y tecnología de punta. Es un crecimiento que cambiará la oferta interna, pero que no competirá en las exportaciones globales, al menos no en los próximos diez años. India, por su parte, avanza lentamente, pero con un potencial gigantesco por su población y diversidad climática.
En Europa del Este, el crecimiento responde más a una necesidad que a una ambición expansiva: se trata de abastecer a la Unión Europea con fruta fresca en ventanas clave. Países como Polonia, Serbia, Ucrania, Rumania y Georgia aumentan superficie porque su cercanía logística les permite competir directamente con España, Portugal y Marruecos. Su crecimiento será estable, aunque menos explosivo que el africano.
¿Quién liderará el futuro?
En esta búsqueda global por la excelencia, el cultivo del arándano se está desplazando hacia nuevos territorios que prometen transformar —otra vez— la geografía frutícola del mundo. Si hubiera que trazar un mapa del crecimiento del arándano en los próximos diez años, entre 2025 y 2035, tendría un centro claro en África, con Marruecos y Sudáfrica a la cabeza; dos columnas esenciales, con México y Perú, que seguirán dominando el mercado americano; y un rediseño estratégico en Chile, que volvería a brillar por calidad. Tendría también un gigante doméstico en China, produciendo para sí mismo, y un bloque emergente en Europa del Este, consolidando el abastecimiento regional. En todos los casos, hay un factor común que se convierte en regla: el futuro no será del volumen, sino de la calidad premium. Los países que crezcan no serán quienes planten más, sino quienes planten mejor, con genéticas crujientes, fruta firme, sabor superior, vida postcosecha prolongada y cadenas logísticas impecables. El mercado global ya no paga por “arándanos”: paga por experiencia sensorial.
Tendría también un gigante doméstico en China, produciendo para sí mismo y tendría un bloque emergente en Europa del Este, consolidando abastecimiento regional.
En todos los casos, hay un factor común que se convierte en regla: el futuro no será del volumen, sino de la calidad premium. Los países que crezcan no serán quienes planten más, sino quienes planten mejor, con genéticas crujientes, fruta firme, sabor superior, vida postcosecha prolongada y cadenas logísticas impecables. El mercado global ya no paga por “arándanos”, paga por experiencia sensorial.
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