Las flores silvestres aumentan la presencia de organismos benéficos

Entre las más utilizadas se destacan: la manzanilla, la caléndula, las acelgas y la rúcula. Todas contribuyen a una agricultura con más biodiversidad.

El control de plagas en los cultivos ha cambiado mucho con el paso del tiempo. Antiguamente, el único objetivo era eliminar el “problema”, sin importar las consecuencias que esta acción pudiera tener sobre el resto del ecosistema. Desde hace algunos años, y por suerte, esta percepción ha cambiado radicalmente y cada vez más, se emplean organismos biológicos para la protección de cultivos.

La historia cuenta que, Charles Valentine Riley ha sido el primero en usar insectos benéficos para controlar una población de “cochinilla acanalada” considerado insecto plaga allá por el año 1888, pero no fue hasta mediados de los años 50 que esta práctica se empezó a utilizar de manera comercial.

Es verdad, que la práctica de la agricultura va en dirección contraria al aumento de biodiversidad, ya sea vegetal o animal. Por ello es de vital importancia intentar mantener un “mínimo” de espacios destinados a mantener esta diversidad en las explotaciones.

Por nombrar alguno de esos proyectos a gran escala, podemos remarcar el programa de Operación Polinizador desarrollado por la multinacional Syngenta y cuyo objetivo es demostrar al mundo que aumentar el número de insectos beneficiosos en explotaciones agrícolas es posible con la implantación de apenas un 5% de la superficie agrícola con márgenes florales adaptados a cada zona.

El interesante estudio se ha realizado por más de tres años en diversas parcelas agrícolas de España y Portugal y se basa en el establecimiento de hábitats específicos para insectos benéficos como polinizadores, depredadores y parasitoides.

Otro aporte interesante en el sentido del aumento de la biodiversidad, son los diversos programas de investigación que están llevando a cabo el IRTA, la Universidad de Lleida (UdL) y la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en diferentes zonas de España, donde lograron identificar aquellas plantas con cierta capacidad de atracción hacia los organismos benéficos.

En el caso del pulgón gris de los manzanos (Paso Dysaphis plantaginea.), los sírfidos y los parasitoides son los mejores aliados porque los adultos se alimentan de polen y néctar, y las larvas son las que efectúan la acción del control biológico.

En el estudio, inicialmente intentaron enriquecer los márgenes, la zona por donde no pasa la maquinaria de mantenimiento del cultivo, con caléndulas y crucíferas, pero el efecto no fue suficiente. Por eso, están probando la efectividad de intercalar bandas florales con los cultivos, sin que esto, impida el normal paso de la maquinaria para las labores necesarias. En otoño, sembraron una mezcla de semillas de caléndularúculamanzanillavezatrébol y acelga. Uno de los retos es conseguir que las plantas crezcan bien y se implanten para así poder comprobar su efecto de atracción.

Aplicación en invernaderos

En cultivos protegidos, también se están llevando a cabo interesantes proyectos, principalmente en el cultivo de tomate y lechuga. “Los cultivos hortícolas son muy dinámicos y los ciclos son muy cortos, por eso la existencia de márgenes de plantas seleccionadas nos ayudan a tener preparados a los enemigos naturales en la parcela antes de que llegue la plaga”, afirma Judit Arnó, investigadora del programa de Protección vegetal sostenible del IRTA.

La función primordial de los márgenes de plantas, es dar refugio a depredadores en la etapa del año en la cual no hay cultivo, o cuando el tomate ya está en el invernadero, pero la mosca blanca o los pulgones aún no han llegado, consiguiendo así un efecto puente entre los cultivos.

La variedad de organismos benéficos está directamente relacionada con la mayor cantidad de plantas hospederas, y es por eso que importa tanto conocer los gustos o preferencias de los insectos como también los ciclos de las plantas (hospederas y cultivo).

En el caso del cultivo de tomate, se observó un buen funcionamiento de los míridos como depredadores, a los que les gusta mucho vivir en las caléndulas, y en el caso del pulgón en lechugas van muy bien los sírfidos, que prefieren el aliso de mar. “Los míridos son insectos generalistas que comen muchas plagas del tomate como la mosca blanca, el pulgón, los huevos de la polilla del tomate o la araña roja. El hecho de que tengan varias presas garantiza que, si puntualmente dejan de encontrar una, seguirán quedándose en el margen alimentándose de otros insectos”, añade Arnó.

Las bandas florales, otros beneficios

Estudios confirman, que las bandas florales, también pueden ayudar a paliar los problemas causados por los topillos, quienes en lugar de alimentarse directamente de las raíces de los árboles frutales, encuentran otra atracción en las plantas de la periferia, al mismo tiempo que estas, favorecen la presencia de sus depredadores, como rapaces, reptiles o pequeños mamíferos como el turón europeo, una especie en peligro de extinción. “En lugar de eliminar el topillo, le ofrecemos las raíces de las bandas florales para que siga teniendo alimento y no afecte a la producción de fruta, favoreciendo al mismo tiempo la presencia de sus depredadores”, explica Jordi Cabrefiga, investigador del programa de Protección vegetal sostenible del IRTA.

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