Por qué Chile no aprovecha su potencial para una apicultura sustentable

La apicultura está en crisis producto del hombre que ha reducido dramáticamente los ambientes propicios para las abejas. Un análisis indica que debemos abordar el problema con visión de futuro del uso de los recursos botánicos, con una especialización de la apicultura, que podría dividirse en tres áreas: a) Una complementaria con la agricultura: especializada en polinización de cultivos para la producción de frutas, semillas y verduras de alta calidad; b) otra apícola pecuaria: sembrando o plantando especies melíferas calendarizadas para alimentar a las abejas ampliando la temporada y mejorando la calidad y cantidad de productos, y c) una mixta conservacionista, usando recursos naturales actualmente desechados, que se desarrolle en áreas actualmente cubiertas por vegetación melífera, o bien, una integración simbiótica entre b) y c), con transhumancia intensiva.

Chile está exento de muchas enfermedades y plagas que limitan la apicultura industrial en la mayoría de los países. Paralelamente, tiene grandes reservas de flora endémica productora de mieles de alta calidad que están absolutamente subutilizadas o abandonadas. Me refiero a las SNAPE desde la zona central hasta Chiloé, con los que se podría cuadruplicar el inventario nacional de colmenas y transformar al país en uno de los mayores exportadores de productos apícolas del mundo.

Uno de los objetivos de las SNASPE es la conservación del patrimonio natural nacional. Dentro de ello está el manejo y la sustentabilidad de la biodiversidad, que se relaciona con incorporar técnicas de manejo que mejoren la regeneración del bosque nativo mediante elementos no agresivos ni competitivos con la flora y fauna del ecosistema.

El Estado debería asumir un papel con costo cero, abriendo las SNASPE a una apicultura racional controlada y apoyada con un enfoque de formación empresarial, con políticas de fomento organizacional, investigación y desarrollo, promoción de exportación, lo que puede fácilmente elevar el PIB apícola de los actuales US$ 10 millones a más de US$100 millones.

Por su parte, la apicultura nacional es técnicamente bastante precaria, pero perfectamente complementaria con las SNASPE. Históricamente, los apicultores hemos «humanizado» el manejo de las abejas, controlando sanidad con químicos, alimentando con sustitutos. El resultado es la disminución de las abejas y la baja en calidad e inocuidad de sus productos. Es necesario «abejizar» a los apicultores: analizar la evolución histórica de las abejas, su comportamiento silvestre, sus fortalezas y debilidades y, luego, innovar en la dirección de sus parámetros naturales.

El axioma principal para la perpetuidad de las abejas es la dicotomía abeja/flor productora de néctar y polen. Mientras exista serán indestructibles. Moraleja: debemos procurar esos ambientes enfocando la apicultura como una actividad pecuaria, sembrando y plantando para las abejas especies melíferas, ojalá con doble o triple propósito para aumentar la rentabilidad. Por ejemplo, quillay/miel/saponina, robinia/postes, avellano/avellana chilena y la biomasa resultante.

Otro axioma es «la unión hace la fuerza», una colmena populosa en ambiente botánico propicio es indestructible.

La innovación tecnológica ha avanzado, pero por desgracia los apicultores, en general, carecemos de criterio empresarial, por lo que no innovamos por incapacidad económica, por falta de divulgación, por ignorancia.Actualmente, hay técnicas sin mayor costo que mejoran la explotación apícola y la rentabilidad, y que creo que más del 90% de los apicultores desconoce.

 

Fuente: Revista del Campo​

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