Sustratos, una alternativa frente a la falta de suelos de calidad
Cuando un cultivo no tiene un suelo de buena calidad, ya sea porque no cuenta con las características físicas, químicas y/o biológicas o porque perdió sus condiciones, no puede expresar todo su potencial.
Una fórmula para enfrentar esa situación es usar los llamados sustratos, que son materiales sólidos de origen orgánico e inorgánico (minerales), que al ser utilizados en lugar del suelo en algún tipo de contenedor, como macetas, bolsas o speedlings, son capaces de aislar y crear ambientes nutritivos y químicamente estables para los cultivos.
Cuándo y cómo aplicar los sustratos
Si bien los sustratos se pueden utilizar durante todas las etapas del cultivo, lo mejor, por un asunto de costos, es usarlos durante las primeras etapas de desarrollo de las plantas, especialmente en viveros.
“Lo ideal para aplicar los sustratos es llenar cerca del 70% o 75% del recipiente con sustrato y el resto con tierra. De esta forma, disminuirá el riesgo de generar cualquier tipo de daño radicular en la planta”, aconseja Felipe Millar.
“Estos elementos entregan mayores beneficios en comparación con el suelo convencional, ya que permiten el correcto anclaje y protección del sistema radical de la planta (raíces secundarias que emergen de la radícula). Además, entregan una mayor retención de agua, lo que ayuda a hidratar correctamente al cultivo”, asegura Felipe Millar, jefe de sucursal de la zona sur de Protekta, empresa especializada en la comercialización de sustratos orgánicos y minerales.
Cómo elegir
Pese a que se suelen usar en diversos frutales y hortalizas, como tomates, arándanos, zapallos italianos y cultivos hidropónicos, entre otros, los expertos comentan que no es correcto asociar el uso de un sustrato a un cultivo determinado, debido a que la composición de estos elementos podría variar en cada uso, afectando los resultados finales.
“Esto no funciona con recetas. Se pueden repetir los pasos una y otra vez, pero los resultados siempre pueden variar. Esto aplica incluso para aquellos agricultores que forman su propio sustrato con materiales locales”, enfatiza Constanza Jana, investigadora de INIA Intihuasi y experta en mejoramiento de hortalizas.
Por lo mismo, la elección del sustrato a utilizar debería realizarse a partir del problema que se busque solucionar, la especie que se está cultivando y las condiciones particulares del proyecto, es decir, si las plantas se encuentran bajo invernadero o al aire libre o si la producción se da en invierno o verano.
Un abanico de opciones
Estos compuestos, que tienen distintas procedencias y usos, pueden ocuparse solos o mezclados.
La gama de opciones existentes es amplia. Entre los sustratos de origen orgánico destacan la turba, materia orgánica compostada (como hojas de árbol, césped, restos de poda), subproductos de la madera (corteza, aserrín, virutas) y lodos depurados o tratados; mientras que en el caso de los sustratos inorgánicos están la vermiculita, perlita, arenas, arcillas calcinadas y otros subproductos minerales como los óxidos metálicos. En esta última categoría se encuentran algunos productos sintéticos como la espuma de poliuretano, poliestireno expandido y productos transformados como la lana de roca.
Sin embargo, las alternativas más utilizadas, cuando se trata de cultivos en contenedores, son la vermiculita y las mezclas de turba y perlita y de fibra de coco y humus.
– Turba y perlita
La turba es un material orgánico proveniente del musgo, capaz de retener hasta 20 veces su peso en agua, lo que la convierte en un sustrato muy útil para ambientes cálidos donde la disponibilidad de este recurso sea baja.
Una buena turba proviene del musgo sphagnum y se caracteriza por tener una coloración entre café y ligeramente marrón y una consistencia pastosa.
La perlita, por su parte, es un tipo de vidrio volcánico inerte, que al ser usada como sustrato añade porosidad y protege a las raíces del cultivo.
Así, al usar la combinación de turba y perlita se espera que la planta no solo retenga una gran cantidad de agua sino también tenga la aireación necesaria para que sus raíces puedan desarrollarse de forma adecuada y sean funcionales.
“En el caso de ocupar la mezcla de turba y perlita, lo mejor será combinar ambos sustratos en una proporción de 70-80% de la primera y de 30%-20% de la segunda”, advierte Constanza Jana.
La idea, dice la experta, es que ambos productos se mezclen de forma manual hasta obtener un compuesto que se distribuya de forma pareja.
Si bien la turba proviene de un musgo, esto no implica que con su uso la planta vaya a obtener todos los nutrientes necesarios para desarrollarse bien. Por lo mismo, de forma paralela se debe llevar a cabo un manejo nutricional que se ajuste a las necesidades del cultivo en cuestión.
– Fibra de coco y humus
Mientras la fibra de coco es un residuo que se obtiene de los frutos de coco y que, entre otras cosas, propicia la conductividad eléctrica y regula los niveles de pH del suelo; el humus (o vernicompost) corresponde a materia orgánica que ha tenido un proceso de descomposición en el que han participado lombrices californianas.
Así, la mezcla entre estos dos elementos resulta muy atractiva para las plantas, debido a que entrega una alta proporción de nutrientes y minerales y fortalece la micorriza, que corresponde a las defensas naturales que el cultivo tiene en sus raíces. De hecho, se suele utilizar en especies cultivadas bajo invernadero o al aire libre (aunque siempre en un recipiente), sobre todo en solanáceas como los tomates; cucurbitáceas como el zapallito italiano; arándanos y cultivos hidropónicos.
“Si se pretende usar esta mezcla, la proporción ideal es de 60% de fibra de coco y 40% de humus. Esta combinación permitirá mantener una humedad alta y una gran diversidad de micorrizas”, indica Constanza Jana.
Pese a los beneficios que es capaz de generar, el uso de esta mezcla en el país ha avanzado más lento de lo esperado, debido en gran medida a su alto costo.
“Mientras los 20 litros de turba y perlita pueden valer $12.000, la misma cantidad de fibra de coco y humus pueden alcanzar valores cercanos a los $20.000-$25.000. Esto impacta directamente en la rentabilidad de cualquier cultivo”, asegura Felipe Millar.
De todas formas, sostiene, la mezcla de fibra de coco y humus tiene mayor poder de retención, tanto de agua como de minerales, que la de turba y perlita, por lo que la inversión se justifica.
– Vermiculita
Este mineral de origen natural, que se suele extraer de minas a cielo abierto, se considera un compuesto, debido a que en su estructura se puede encontrar aluminio, hierro e incluso magnesio, elementos que son muy benéficos para cualquier tipo de plantación.
Una de las particularidades de la vermiculita es que sus granos tienen una gran capacidad para expandirse —pueden aumentar su tamaño entre 8 y 20 veces— cuando son expuestos a temperaturas altas por largos períodos de tiempo.
“Esta expansión, que se debe a que sus granos cuentan con una gran cantidad de agua en su interior, protege a las raíces de las altas temperaturas, por lo que se estima que la vermiculita es idónea para aquellas plantaciones que no estén bajo techo y les llegue el sol de forma directa”, advierte Felipe Millar.
Es importante que los productores sepan que hace algunos años la vermiculita estuvo en el centro de la polémica debido a que diversos estudios demostraron que en su estado natural contenía asbesto. De hecho, a partir de aquello, se acordó que antes de ser comercializado el material debe ser tratado.
“Por lo mismo, si un productor desea adquirir vermiculita es altamente recomendable que lo haga en una tienda autorizada, no de forma clandestina”, enfatiza Constanza Jana.
Otras alternativas
Según Felipe Millar, en la actualidad también se suele utilizar como sustrato la lana de roca, corteza de pino, capotillo de arroz, zeolita e incluso la tierra de hojas.
Sin embargo, advierte que estas opciones no son tan sustentables ni homogéneas en su concentración como sí lo son la turba, fibra de coco, perlita, vermiculita o el humus. Por ello, recomienda su utilización solo cuando el productor no tenga la disponibilidad de los sustratos antes mencionados.