Chile y genética propia: “Tenemos un pecado a todo nivel”

El hecho que la industria chilena del arándano no cuente con variedades propias adecuadas a su realidad se vuelve muy difícil de comprender.

Es difícil recordar la cantidad de años en que se ha discutido y vuelto a discutir el tema de la genética propia en las variedades del arándano en Chile. Decenas de encuentros, seminarios y artículos haciéndose esta gran pregunta en una industria con cultivares obsolescentes y con la necesidad urgente de renovar su estructura productiva. Tarea que comenzó, pero de manera lenta y tardía.

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Las respuestas a esta inquietud generalmente pasan por situar el problema en la falta de financiamiento, aunque ha habido numerosos proyectos de investigación, tanto públicos como privados, y cada cierto tiempo se anuncia el surgimiento de una variedad que solucionará este o aquel problema, aunque con el tiempo estos anuncios se quedan sólo en eso.

En momentos en que la demanda mundial exige cada vez más altos niveles de calidad, en sabor, grado brix y condición de turgencia, para su consumo. Agregado a exigencias de aspecto, como calibre, bloom y textura, llama la atención que una industria de más de tres décadas no cuente con variedades propias adecuadas para cubrir estas exigencias y blindar la industria en el mercado internacional.

Desafíos múltiples

Si agregamos a esta realidad los desafíos propios, que se relacionan con la variada cantidad de suelos y condiciones climáticas en las que se cultiva el arándano en Chile, que está presente desde el asoleado norte semi desértico y carente de recursos hídricos, hasta el sur austral, extremadamente frío y lluvioso, el hecho que la industria chilena del arándano no cuente con variedades propias adecuadas a su realidad se vuelve muy difícil de comprender.

Un gran pecado

Al preguntarle a la experta chilena y analista de la industria internacional, Isabel Quiroz, de IQonsulting, su respuesta es breve y enfática: “Ese es un gran pecado”, declara y sostiene que hay múltiples razones para que esto suceda.

Por poner sólo un ejemplo, Onubafruit ha anunciado la creación y salida al mercado de seis variedades propias…

  • ¡Por qué no lo hacemos nosotros…!

¡Exactamente! ¿Por qué cree usted que esto pasa?

  • Bueno, eso es parte de los elementos de competitividad que debemos ajustar y es una gran falencia que tenemos. Se ha tratado de suplir con los programas de genética que tiene Asoex o el Inia. Ha habido iniciativas, tanto públicas como privadas, pero no hemos prosperado. Nos hemos demorado muchísimo en meternos en el tema.

¿Hay mucha presión de viveros extranjeros…?  

  • Hay un tema de desarrollo de esa área en Chile. Creo que no hay un músculo desarrollado, a nivel de productores o de viveros, que se hayan dedicado…porque esto debió haber sido desde el inicio de nuestra industria. Yo conozco genetistas, entre comillas, porque más bien son hibridadores, no genetistas, porque no han estudiado, por ejemplo, en Nueva Zelandia, en donde todos andan buscando la nueva variedad.

    Es una cosa que está internalizada en los productores para ir a recorrer sus huertos, de buscar la variedad que mutó, de probarla, y te das cuenta de que en esta búsqueda cada productor puede tener una variedad distinta. Algunas prosperan y otras no. Aparte de los programas genéticos centralizados y profesionales.

    Entonces yo creo que en Chile falta un poco de eso, y lo otro…que es una percepción muy personal, yo creo que esto no se da porque en Chile los productores recorren muy poco sus huertos, lo digo en general, pero ese es mi pensamiento. Por lo que creo que el tema de no contar con una genética propia es porque tenemos un pecado a todo nivel, tanto de genetistas como de productores.

El tema de la carencia de genética propia no sólo es antiguo en la industria del arándano en Chile, sino que es opinable, por lo que seguirá siendo recurrente en la conversación de la industria en reuniones o encuentros futuros. El arándano se sigue extendiendo por el mapa mundial, abarcando climas y geografías impensadas para su cultivo hace sólo una década, por lo que el tema de la genética cada vez cobra más relevancia.

Fuente
Martín Carrillo O. – Blueberries Consulting

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