Panorama de la apicultura en el Perú
La pandemia ha golpeado de manera catastrófica a todos los sectores socioeconómicos del Perú y la apicultura no ha sido la excepción. El 2020 ha puesto a prueba las capacidades y resiliencia de los apicultores. En la problemática de la apicultura en el Perú inciden aspectos técnicos y sociales propios del sector, que han delimitado su desarrollo y que a continuación se detallan.
Según el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), el Perú produce 2.314 toneladas de miel por año, con un rendimiento promedio de 10.8 kg por colmena/año, y actualmente existen 300.000 colmenas.
Estos promedios de producción tan bajos en comparación con otros países podrían tener entre sus causas la descoordinación entre el sector forestal y los apicultores y la ausencia de políticas públicas en ese sentido.
Otro factor perjudicial para la apicultura es la reducción drástica de las áreas de flora de interés apícola debido a la deforestación para construir viviendas o producir carbón, sumado a la destrucción indiscriminada de bosques y flora nativa en la selva para ganar nuevos terrenos para la agricultura local y para los “colonos” como se conoce a los migrantes en la Amazonía.
Asimismo, el incremento de la población de abejas en forma desordenada contribuye a propagar enfermedades y parásitos como Varroa destructor, hoy presente en todo el territorio, y que va de la mano con el avance de la africanización. Pero en los planes agropecuarios del Estado no existe nada parecido a un Programa de Control de la Varroasis y de la Africanización en el Perú.
El aumento de la población de abejas ha sido potenciado por el enorme número de proyectos de intervención apícola, emprendidos por Municipalidades, Gobiernos Regionales y ONG, sin considerar ni la sobrepoblación de colmenas en una determina zona ni el soporte de flora en dichos espacios.
Quizá el mayor problema de estas propuestas es el alto grado de corrupción y malos manejos en el sistema de adquisiciones, particularmente en el sector público, que casi no dejan espacio a una preocupación responsable por la calidad de material vivo que se adquiere. Esto ha dado pie al ingreso de nuevas enfermedades y a la africanización, a lo que se suma el endeudamiento de los apicultores, puesto que algunos proyectos se plantean como créditos rurales.
Polinización vs. producción apícola
El Perú es actualmente el segundo exportador de palta en el mundo, con un estimado de 33.000 hectáreas cultivadas, y primer exportador mundial de arándanos, lo que ha disparado la demanda de abejas para la polinización.
A diferencia de otros países de la región como Chile, en el Perú los proveedores de colmenas para polinización no suelen ser dueños integralmente de las colmenas ofertadas, sino que funcionan como una suerte de “enganchadores” que subarriendan colmenas de apicultores pequeños o medianos que en su mayoría no se encuentran formalizados bajo una figura legal. Así, por ejemplo, ante una demanda de 5 mil colmenas para un fundo, hay muchos apicultores involucrados y más riesgos de incumplir con la cuota acordada o asegurar una calidad homogénea.
Se estima que para atender los requerimientos de polinización que demandan paltos y arándanos se necesitarían entre 457.890 y 460.734 colmenas, con pagos que oscilan entre US$ 38.99 y US$ 61.28 por colmena. Estos precios ameritan un estudio de mercado más riguroso para medir la rentabilidad del servicio y que el boom de los beneficios de la exportación le llegue, en justicia, también al apicultor, que en esta cadena es el eslabón más débil.
Para muchos apicultores orientar su actividad solo a los servicios de polinización significa reducir la producción de miel, polen y demás productos de la colmena, con lo que se podría estar descuidando este mercado y abriendo paso a mucha adulteración de los productos apícolas.
Los variados gremios a nivel nacional no han desarrollado todavía una estrategia clara que aborde esta problemática, su proceso es aún incipiente para establecerse como interlocutores válidos entre los apicultores, el mercado y el Estado y en algunos casos, se han prestado para la utilización política del sector apícola y no necesariamente para abordar sus problemáticas.
El conocimiento como impulso
En suma, salvo excepciones, el panorama no se presenta muy propicio para la apicultura. Es urgente combinar capacitación en el campo, asistencia técnica a varios niveles (apicultores, empresarios, líderes gremiales, etc.), una revisión y actualización de la Ley Apícola, un plan maestro para la implementación de buenas prácticas y trazabilidad de productos apícolas.
También hacen falta estrategias de gestión financiera en todo el servicio de polinización, para dotar al sector de bases sólidas que lo proyecte como espacio de mejora continua hacia una apicultura sustentable y aliada en la conservación de la biodiversidad, la salud de las abejas y la salud del apicultor.
Hay iniciativas que merecen ser destacadas. Una de ellas es la puesta en marcha de propuestas de selección genética para la obtención de ecotipos de abejas que respondan a la realidad de los variados microclimas peruanos. También es destacable el rol de animadores y participantes en capacitaciones in situ en temas de manejo, sanidad, buenas prácticas y trazabilidad, a lo que se suma el compromiso de la academia para acoger temas de investigación aplicada y estimular el desarrollo de tesis de estudiantes de carreras afines. Todo esto va en beneficio de la trilogía seres humanos-abejas-naturaleza, entendiendo que el Conocimiento es la base fundamental para dar el salto cualitativo en la actividad apícola.
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