Investigación académica crea herramienta para medir la competitividad global del arándano
Durante décadas, la agricultura fue vista como un oficio de tradición, esfuerzo y tierra. Hoy, sin embargo, ya no basta con sembrar para ser rentable. La globalización, los nuevos estándares de calidad y la irrupción tecnológica han transformado el campo en un entorno de alta competencia, donde solo sobreviven los productores capaces de innovar, aprender y gestionar con inteligencia.
En palabras de Héctor Luján, CEO de Hortifrut, “el futuro del agricultor no está en producir más, sino en producir mejor; quien no mide y quien no gestiona, no compite”. Desde Michoacán, México, territorio donde el arándano se ha consolidado como una fruta de exportación de alto valor, surge un esfuerzo pionero por comprender los factores que determinan la competitividad agrícola en un entorno globalizado. Este estudio busca construir el Indicador de Competitividad Agrícola (ICA), una herramienta que combina gestión empresarial, análisis estadístico e inteligencia artificial para medir, comparar y predecir el desempeño competitivo de las unidades productivas.
El desarrollo del ICA se basa en una investigación internacional que une la experiencia de campo con el análisis de datos. Se realizaron entrevistas semiestructuradas en cinco países productores: México, Perú, Chile, Estados Unidos y Canadá, con líderes del sector como Héctor Luján (Hortifrut), Miguel Bentín (ProArándanos Perú), Andrés Armstrong (Comité de Arándanos de Chile), Miguel Ángel Curiel (Aneberries México), y representantes de empresas como Mission Produce, Sun Berries, Berries Paradise y Naturipe Farms, entre otros.
A partir de estos testimonios se identificaron más de 80 factores de competitividad, agrupados en seis dimensiones clave: producción, entorno económico, educación, medio ambiente, seguridad y gobernanza. Esta información fue codificada y transformada en una matriz de análisis estadístico que permitió estimar el peso relativo de cada dimensión dentro del modelo general.
Actualmente, el proyecto avanza hacia la fase de validación cuantitativa, donde se aplican análisis factoriales, regresiones logísticas y modelos de inteligencia artificial (Random Forest) para consolidar el ICA definitivo. En su fase final, el modelo se integrará en un tablero digital interactivo que permitirá comparar la competitividad agrícola entre regiones y países, brindando una herramienta práctica para productores, asociaciones y tomadores de decisiones del sector.
Aunque los contextos son distintos, los resultados convergen. En México, la oportunidad radica en aprovechar su cercanía geográfica con el mayor mercado del mundo, aunque enfrenta desafíos en infraestructura, tecnificación y coordinación institucional. En Perú, la competitividad se ha consolidado como una política de Estado basada en la planificación varietal y la innovación. En Chile, el debate se centra en la renovación varietal y la sostenibilidad; mientras que en Estados Unidos y Canadá, el énfasis recae en la automatización, la investigación genética y la eficiencia logística. Cada país muestra una ruta distinta, pero todos coinciden en una misma conclusión: el éxito ya no depende del tamaño de la finca, sino del nivel de gestión y de la inteligencia con que se toman las decisiones.

Figura 1. Distribución porcentual de las dimensiones que definen la competitividad agrícola. Los resultados evidencian el predominio de los factores internos —tecnología, capacitación y gestión— frente a las condiciones externas de mercado o política, confirmando que la innovación y el aprendizaje son las verdaderas fuentes de ventaja competitiva en el sector del arándano
Los hallazgos cuantitativos refuerzan esta tendencia
Las dimensiones con mayor peso relativo fueron los factores de producción (24%) y la educación y capacitación (19%), seguidas por el entorno económico global (17%) y la gobernanza institucional (15%). Una de las sorpresas del análisis fue la baja ponderación de la seguridad y el acceso a mercados (12%), un tema que, pese a su relevancia mediática en países como México, no figura entre los principales determinantes de la competitividad percibida por los productores. Esto sugiere que los agricultores y empresarios agrícolas han aprendido a operar en contextos de incertidumbre, priorizando la eficiencia y la innovación sobre los factores externos que no pueden controlar.
En conjunto, estas evidencias confirman que la nueva competitividad agrícola no se gana con tierra ni con clima, sino con estrategia, conocimiento y resiliencia. El productor competitivo es hoy un gestor de información, un tomador de decisiones global y, sobre todo, un aprendiz constante.
El mundo agrícola está viviendo una revolución silenciosa. Lo que antes se sostenía en la experiencia y la intuición, hoy se define por datos, información y capacidad de adaptación. En este nuevo escenario, la productividad ya no depende solo del esfuerzo físico o del conocimiento heredado, sino de la habilidad para interpretar tendencias, anticipar riesgos y tomar decisiones informadas en tiempo real.

Figura 2. Radar de pesos relativos de las dimensiones de competitividad
agrícola. Fuente: Elaboración propia (2025), con base en entrevistas y matriz de
competitividad agrícola
La gestión de datos se ha convertido en el nuevo terreno fértil del productor moderno
Cada registro de clima, cada análisis de suelo, cada variable de mercado constituye una semilla de conocimiento que, bien administrada, puede marcar la diferencia entre la rentabilidad y la pérdida. La información ha dejado de ser un recurso complementario para transformarse en un activo estratégico: quien domina los datos, domina el futuro del campo.
Pero ningún sistema tecnológico puede reemplazar la mentalidad del agricultor. La competitividad actual exige productores capaces de aprender, desaprender y volver a aprender; líderes que comprendan que la capacitación no es un evento, sino un proceso continuo. El agricultor que se resiste al cambio se queda atrás, no porque su tierra valga menos, sino porque su modelo de gestión dejó de hablar el idioma del mercado global.
En un mundo inundado de tecnología, el campo tradicional, aquel que produce sin registrar, que vende sin planificar y que compite sin información, ya no tiene cabida. La nueva agricultura se construye sobre plataformas de análisis, redes de conocimiento y decisiones colaborativas. El reto no está en producir más, sino en producir mejor, con visión estratégica y con la mirada puesta más allá de las fronteras nacionales.
Porque la competitividad del futuro no se definirá por quién cultiva el mejor arándano, sino por quién entiende mejor el entorno global que lo rodea.