La nueva piel del arándano y el recambio varietal que reordena el mercado
En cualquier supermercado del mundo —ya sea Tokio, Berlín, Nueva York o Santiago— los arándanos parecen todos iguales: pequeñas esferas de azul profundo que reposan en sus clamshells, esperando ser elegidas por manos que buscan salud, dulzor o simplemente un gesto de frescura. Sin embargo, detrás de esa apariencia uniforme hay una historia que cruza continentes, laboratorios, años de investigación y décadas de mejoramiento genético, impulsada por una competencia silenciosa que está transformando la fruticultura mundial.
Ese cambio se vuelve especialmente visible cuando la industria se reúne en seminarios y encuentros técnicos, donde productores, genetistas, viveros y compradores comparten datos, estrategias y resultados de campo. Allí se confirma una idea cada vez más nítida: el arándano ya no se define solo por la variedad que “funciona”, sino por la genética capaz de ofrecer una experiencia consistente al consumidor y valor sostenible a lo largo de toda la cadena.
De la confiabilidad de Legacy a un consumidor más exigente
Hasta hace muy poco, la historia reciente del arándano tenía una protagonista indiscutida: la variedad Legacy. Sin pretender ser espectacular, llegó a ser la más cultivada del planeta. No destacó por su glamour, sino por algo profundamente agrícola: su confiabilidad. En Estados Unidos, Canadá, Chile, Argentina, España, Polonia y muchos otros países, Legacy se plantó una y otra vez porque funcionaba donde otras fallaban. No exigía condiciones extremas ni respondía con caprichos: entregaba volumen, una calidad consistente y estabilidad. Su sabor equilibrado, su firmeza suficiente y su comportamiento predecible la convirtieron, en palabras de algunos técnicos, en “la amiga fiel de los productores”.
Un asesor norteamericano la resumió con una frase que aún circula en el sector: “Legacy no te sorprende… pero tampoco te traiciona”. En un negocio donde el clima, los mercados o la postcosecha pueden desordenar una temporada completa, esa lealtad vale millones. Pero el contexto cambió ya que la expansión del arándano fue tan rápida que la fruta dejó de ser percibida como un producto naturalmente “premium” y pasó a ser cotidiana. Cuando una fruta se vuelve habitual, el consumidor sube la vara: busca más dulzor, más aroma, una textura crujiente y una vida de anaquel prolongada en el refrigerador.
Sekoya® como caso emblemático del nuevo estándar
Esa nueva exigencia fue la chispa de lo que muchos llaman la “tercera revolución del arándano” es decir, la revolución genética. Mientras los consumidores pedían experiencias sensoriales más intensas, los supermercados comenzaron a exigir consistencia casi absoluta. En ese contexto, genetistas de Estados Unidos, Europa, Australia, Chile y Sudáfrica empezaron a competir por diseñar un arándano más firme, más dulce, más homogéneo y capaz de soportar viajes cada vez más largos entre hemisferios.
En ese escenario emergieron líneas que hoy están reescribiendo el mapa genético del cultivo. No se presentan solo como nuevas variedades, sino como conceptos de producto. El caso más visible y expansivo de los últimos años es Sekoya, un club varietal que nace con una promesa simple y ambiciosa: ofrecer arándanos premium, con sabor estable, textura firme, calibre grande y apariencia muy uniforme. Es fruta pensada para un mundo que espera que el arándano de un supermercado en Dubái se parezca al que encuentra en París, Shanghái o Los Ángeles. Para algunos compradores europeos, esta nueva genética les da tranquilidad, porque reduce la incertidumbre asociada a la calidad de cada partida y facilita el cumplimiento de programas de retail exigentes.
Más programas, un mismo rumbo: el “arándano experiencia”
Sin embargo, Sekoya® no recorre este camino en solitario. Otros programas —como Mountain Blue Orchards, Fall Creek Collection, OZblu, Planasa, Global Plant Genetics o la Universidad de Florida— también han desarrollado variedades alineadas con la misma filosofía: un arándano capaz de soportar viajes largos, emocionar al consumidor y generar confianza en supermercados y distribuidores. Más que una “variedad ganadora”, lo que emerge es una categoría de genética premium como nuevo estándar competitivo.
Para los productores, la pregunta dejó de ser cuál es la variedad más plantada en el mundo y pasó a ser otra, más desafiante: ¿qué genética les permitirá seguir presentes en los mercados del futuro? Si se observan las tendencias de plantación, las inversiones, los acuerdos comerciales y las preferencias de los grandes compradores, la señal es que el negocio se mueve hacia el “arándano experiencia”, donde se plantan sensaciones tanto como hectáreas. Legacy simboliza la confiabilidad del pasado; las nuevas variedades encarnan la exigencia del futuro, respondiendo a un consumidor más atento, mejor informado y menos dispuesto a tolerar fruta de baja calidad. La próxima década estará marcada por este recambio silencioso, en el que la genética premium —en sus distintas propuestas— definirá quién se mantiene competitivo en la cadena global del arándano.
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