Falta de agua amenaza al agro desde Maule al Biobío
El déficit llega al 60% en la zona centro sur, rivalizando con las grandes sequías de 1968 y 1998. La gran diferencia es que ahora existen fuertes inversiones frutícolas y de cultivos industriales lo que impone una mayor demanda de agua. La falta de sistemas de acumulación hace que buena parte de las lluvias invernales se pierda y los conflictos por el manejo de lagunas y embalses complican la planificación del riego.
Margarita Letelier, agricultora de Ñuble, este año dejará sin cultivar cerca de 500 de las 900 hectáreas que usualmente siembra con remolacha, trigo, maíz y arándanos.
Sabe que no tiene opción. El año viene seco y, si siembra toda la superficie, no alcanzará a regarla. Lo anterior porque a estas alturas del año todos los parámetros indican que no habrá suficiente agua ni nieve para cubrir toda la superficie agrícola de la zona.
«Tenemos un déficit cercano al 60% y si sigue sin llover la de escasez hídrica sólo va a aumentar», comenta Margarita Letelier, quien es además la presidenta de la Junta de Vigilancia del Río Ñuble.
De hecho, el 2016, es uno de los años más secos de los que se tiene registro en la zona. Incluso las estadísticas muestran que junio pasado fue el segundo con menos lluvias desde el año 46. «Estamos frente a un escenario tan drámático como el de 1968 o 1998 (que son las peores sequias de referencia), pero con el agravante de que es el octavo año con precipitaciones bajo el promedio histórico. Eso significa que nos pilla un mal año sin reservas», comenta José Luis Arumi, decano de ingeniería Agrícola en la U. de Concepción, e investigador del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería de esa casa de estudios.
Un poco más al norte, en la VII Región, entre los agricultores y regantes del Maule el fantasma de la escasez hídrica en los próximos meses, justo los prioritarios en términos de riego, ya lleva a hablar de restricciones y realizar llamados urgentes a disminuir las superficies de siembra y a evaluar con tiempo a qué destinarán el agua que efectivamente les toque.
En ambas zonas se habla de que las condiciones hídricas son peores a las sequías de los años 68 y 98, con el agravante de que en esas épocas la demanda hídrica de la agricultura era menor.
Es que si bien aún esperan algunas lluvias de primavera, las mediciones de agua y nieve no son halagüeñas.
La última medición de la Dirección General de Aguas es clara para ambas regiones: la nieve acumulada en la cordillera está muy por debajo de la que tendría que haber a estas alturas del año. Y, aún peor, por sus características, se descongelará muy rápido. Esto deja en evidencia un problema estructural de las dos regiones: no cuentan con sistemas de acumulación suficientes como para permitir que el agua que cayó en invierno, ni el deshielo anticipado, se pueda guardar.
La situación incluso está generando tensiones entre los mismos regantes, quienes, especialmente en la zona del Maule, se encuentran divididos frente a un acuerdo con Endesa para el uso de las aguas de la Laguna.
La crisis del Maule
La situación de la cuenca del Maule es crítica, comentan los especialistas.
De acuerdo a las últimas mediciones de la DGA, la región presenta 46% de déficit de precipitaciones, con un promedio durante el año de 428 milímetros de agua caída. Si eso se compara con 2015, cuando hubo 664 milímetros de agua caída, el déficit es de 36%. Hay que considerar que el pasado tampoco ya venía con menos agua de lo normal.
El drama no termina. La altura de la nieve en el sector de la laguna del Maule alcanzaba los 0,80 metros al 31 de agosto, lo que contrasta con los 2,51 metros del año 2015 en la misma fecha. Y eso es clave para la temporada.
«Eso marca la durabilidad y el tiempo de los deshielos, que son los que mantienen los ríos con agua suficiente para riego. Cuando hay poca nieve no tienen suficiente. El 7 de enero del año pasado la cuenca se declaró deficitaria. Este año, la situación llevaría a declarar esa medida cinco semanas antes. Eso implica regar un menor porcentaje de lo usual. Por eso cada productor tiene que considerar muy bien los cultivos de primavera que va a hacer. Este es un año muy crítico y es una situación difícil de manejar. Todo lo que sea hacer manejo para ahorrar es importante», plantea José Manuel Silva, de la Asociación del Canal Maule.
En la región, la única obra de acumulación para riego es la laguna del Maule. De acuerdo con el convenio firmado en 1947. cuando se transformó en un embalse de generación y riego, cerca de 80% de las aguas pertenecen al Estado, administradas por el Ministerio de Obras Públicas a través de la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH), y su destino prioritario es el riego. El 20% restante es pertenecen a Endesa.
Por lo mismo, lo que ocurre con ella es clave para una región esencialmente agrícola, con más 220 mil hectáreas productivas.
A fines de 2015, tras cinco años de sequía, el nivel de la laguna no dejaba de descender y a fines de ese año la cota llegó a su nivel mínimo, es decir, el agua que quedaba sólo estaba disponible para emergencias.
En ese momento la junta de vigilancia del Río Maule, encargada de administrar y distribuir las aguas de sus usuarios (que incluyen cerca de 60 canales, empresas eléctricas y otras industrias, propuso un convenio de flexibilización de la operación con el objetivo de aumentar la acumulación de agua en la laguna del Maule.
Para ello los agricultores regarían con agua de la laguna La Invernada, de propiedad Endesa. Esa agua sería devuelta con la de la laguna del Maule, en razón de 0,82 litros por cada litro utilizado. El diferencial, sostienen los regantes, se acumularía en esta última, a lo que además se agregaría el agua de las lluvias invernales, con lo que la cota aumentaría. Endesa, en tanto, ganaba al bajar los costos de su operación, ya que para generar con la de La Invernada -que está a 1.300 metros- tiene que elevar las aguas a los 2 mil metros de la del Maule y así contar con la caída necesaria.
Sin embargo, algunos regantes y agricultores, entre ellos Agrícola Central, la principal asociación gremial de productores de Talca, no vieron beneficios en la fórmula.
«El acuerdo era malo», plantea Fernando Medina, presidente de la entidad, quien sostiene que en la práctica no implica un ahorro real para los regantes. Una de las razones que da es que la laguna de La Invernada tiene filtraciones que hacen que parte del agua vaya directamente a los cauces, es decir, «habrían estado igualmente disponible para los regantes. Por lo mismo, es difícil dimensionar cuánta agua se sacó efectivamente. Por todo lo anterior la devolución de 0,82 litros no estaría significando un ahorro real», dice. Y agrega que «si el acuerdo implica un aporte adicional, conversémoslo. Pero, con la economía que se propone no aumenta el nivel de la Laguna», enfatiza.
Los regantes, en cambio, consideran que la opción era viable. «La operación se aplicó el verano pasado. Se pudo hacer el ahorro y esa agua hoy está en la laguna», comenta Silva.
Pero la división tuvo consecuencias. El acuerdo debía ser ratificado por el ministro de Obras Públicas Alberto Undurraga. Tras intentar conciliar posiciones, finalmente optó por no ratificarlo, aún cuando, en la resolución reconoce que había funcionado en forma muy positiva.
Carlos Diez, presidente de la junta de vigilancia del Río Maule, cuestiona la decisión. «Esta temporada tampoco podremos realizar convenios con las empresas hidroeléctricas. El Ministro Alberto Undurraga nos perjudicó seriamente al no refrendar el convenio que había realizado la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH) con Endesa y no contaremos con ellos como socios estratégicos. Por lo tanto, deberemos seguir sacando toda el agua de la Laguna del Maule, agotando nuestro principal embalse»
Llaman a restringirse
Lo anterior puso una nueva presión a la escasez de lluvias y nieve de esta temporada.
«El problema de la no aprobación del convenio es que le quita herramientas a la Junta de Vigilancia para aprovechar mejor el agua en la temporada. Con esto el déficit pasa a ser doblemente peligroso», recalca José Manuel Silva.
Los regantes insisten en que el agua disponible en la laguna no es suficiente para la temporada y llaman a que todos tomen medidas de ahorro.
«No podemos pensar que la laguna tiene la capacidad para entregarnos el agua en los meses de déficit. Tenemos que ahorrar agua cuando hay. Y eso se tiene que hacer tanto a nivel individual como de la Junta de vigilancia. La única manera es que, si a un regante le corresponde una cantidad en primavera, use un porcentaje menor y ahorrar para el momento más complejo», comenta Felipe Olivares, asesor del Maule.
De todas formas, en las condiciones actuales, el pronóstico es que las restricciones serán en torno al 30% en diciembre y del orden del 35 a 40% en enero. «Esto es para poder regar, pero siempre pensando en una superficie menor, porque lo que hay no da para todo el sistema», comenta Carlos Diez.
Ello no significa que todos recibirán agua en esos porcentajes. Si bien en general en los canales grandes la repartición es relativamente fluida, con los más pequeños es el tema se complica.
«La teoría indica que se tiene que distribuir a prorrata, pero no todos tienen una infraestructura óptima para hacer eso, con lo que el reparto no es tan eficiente como la teoría indica. Hay algunos canales, por ejemplo los del Maule norte que son muy largos. Por la ineficiencia del canal y el mal estado de la infraestructura lo más probable es que se llegue con agua en la cabeza, pero no en la cola…», explica Olivares.
El freno en el Ñuble
En Ñuble y Biobío, la seguridad de riego ha sido una de las causas del viraje de la agricultura tradicional hacia una intensiva, en la que la llegada de arándanos, avellanos y cerezas ya cambia el paisaje. Sin embargo, el riego es este año también la preocupación de los agricultores.
«La disponibilidad hídrica para la temporada va a ser estrecha y nos va a obligar a tener una estrategia excepcional para salir adelante», comenta Héctor Sanhueza, de la Asociación de Canalistas del Laja.
De acuerdo con las mediciones de la Junta de Vigilancia del Río Ñuble, las precipitaciones de los últimos meses han estado muy por debajo de las de un año normal. Por ejemplo, en un año normal, en junio precipitan entre 180 y 190 mm. Este 2016 sólo cayeron 10,6 mm. Es decir el déficit fue de un 94%. Y si bien en julio se compensó y se alcanzaron valores promedio, en agosto, el déficit respecto a igual mes de un año normal fue de un 70%, con sólo 44 mm versus los 130 mm de un año normal, comenta Salvador Salgado, gerente de la Junta de Vigilancia del Río Ñuble.
Según los datos de la DGA, en la provincia de Ñuble, hasta la fecha han precipitado 577,1 milímetros, lo que sería un 19% menos que el año pasado a igual fecha. Esto sería cerca de un 43% más de agua caída que en 1998 (403,7 mm).
El problema es que el 85% de la lluvia que cae en la zona lo hace entre el 15 de abril y el 15 de septiembre. Es decir en invierno hay agua… pero, el agro la necesita en primavera y verano.
Al igual que en El Maule, en esta zona es una laguna, la del Laja, la principal infraestructura de acumulación de agua. Y de acuerdo con las mediciones de fines de agosto de la Dirección General de Aguas del MOP, presenta 26,4% de llenado respecto a su promedio histórico y 15,7% respecto de su capacidad, con un volumen embalsado, al 31 de agosto, de 878,2 millones de metros cúbico.
La esperanza de que aumente por deshielos se desvanece: la estación Volcán Chillán registra 15 milímetros equivalente en agua y la Alto Mallines, en la reserva nacional Ñuble, acumula 147 milímetros equivalente en agua. Respecto al año pasado, presentan un déficit de 97% y 71%, respectivamente, según los datos de la DGA.
Las aguas del Laja, al igual que en el Maile del Maule, se administran por un convenio, en este caso de 1958. Ante la escasez hídrica los distintos usuarios han venido estableciendo acuerdos, aunque transitorios, especialmente entre Endesa y los regantes, o más bien la DOH, en representación del Estado, que es la que administra las aguas para el riego.
Este acuerdo busca que la eléctrica genere cuando se requiere regar, es decir en verano y no en invierno. «Si se genera en otoño e invierno no se acumula, ya que el agua sigue su camino a mar. En cambio, si se hace en época de riego, Endesa genera de la misma forma, en la misma cantidad, por la misma salida, pero después el agua puede ser ocupada, entonces se da un doble uso. Con esto solo cambia la época del año de abrir las compuertas», comenta Juan Carlos Villagra, presidente de la Junta de Vigilancia del Río Diguillín.
El último de estos acuerdos transitorios vence el 30 de noviembre y están en plenas conversaciones y afinando detalles para intentar renovarlo.
Ello aumenta la angustia de esta temporada. «El riego para esta temporada se complica mucho, si no se hace la modificación transitoria o no hacemos un acuerdo definitivo. Ello significará que cada uno va a querer plenamente sus derechos y la cantidad de agua actual del lago no lo soporta. Eso puede impactar muy fuerte la temporada. Es un escenario muy difícil», recalca Sanhueza.
Ante la escasez, igual que en el Maule, el llamado es a que los agricultores tomen las precauciones del caso.
«La temporada que se avecina va a tener una disponibilidad inferior a la pasada, que ya fue compleja. Eso lleva a pensar que los agricultores tienen que tomar los resguardos, entendiendo que va a ser un año complejo», insiste Salvador Salgado, de la Junta de Vigilancia del Río Ñuble.
El problema de fondo
Los regantes, tanto del Maule como de Ñuble, Además, reconocen que ya no hay opciones: el cambio climático alteró la pluviometría y todo indica que la lluvia ya no volverá a caer en los mismos volúmenes de antes, con lo cual ya están afectados los caudales.
«El año 83 el caudal medio del río era de 110 metros cúbicos por segundo. En la temporada 2015-2016, tenía del orden de los 80 metros cúbicos. Esto está hablando de que es una situación que quedó. Ya van cerca de tres décadas con tendencia a la baja», recalca Salgado.
Por lo mismo, los regantes y agricultores insisten en que más allá de la sequía y las polémicas puntuales de esta temporada, lo que está claro es que el problema de fondo es la falta de infraestructura de acumulación que permita que se junte el agua de las lluvias. Esto es importante porque está claro que la nieve ya no está cayendo como antes, tanto porque cae menos, como porque lo hace en zonas más alta.
«Hoy existen reservorios que son de empresas hidroeléctricas. El año pasado no se sacó agua de la Laguna del Maule, por los acuerdos que se hicieron con Endesa y Colbún. Eso hay que seguir haciéndolo porque es la única manera de recuperarla. Tenemos que unirnos todos y darle el apoyo a las instituciones habilitadas», recalca Silva.
Por ahora ya se planifican nuevas obras de infraestructura, como los embalses de Punilla y Zapallar, pero el pronóstico es que no estarán listos antes de siete o diez años. Y ello puede ser demasiado tiempo, especialmente considerando que en una central hidroeléctrica los tienen funcionando en plazos en torno a los dos años.
Un segundo aspecto que está claro es la necesidad de que todos los usuarios del agua trabajen con un objetivo común. Sin embargo, el problema es que los intereses no siempre coinciden.
«Queda claro que se necesita mejorar la infraestructura de riego. La otra gran lección es que se necesita lograr acuerdos con los usuarios no consuntivos del agua. Ellos tienen cosas que ofrecer para que estos escenarios no sean tan duros», comenta Olivares.
Por lo mismo Medina insiste que se está trabajando en una propuesta de manejo de cuenca racional que permita hacer un uso más eficiente por parte de todos los actores. «Si se logra un uso en forma coherente y racional, deberíamos poder pasar esta sequía y las que puedan venir en el futuro», insiste.
En el Laja, en tanto, ya viene funcionando una mesa del agua que incluye al MOP, a las eléctricas, a los regantes y a la Cámara de Turismo del Salto del Laja. «En el marco de esa mesa estamos trabajando en dos grandes frentes. Uno es buscar la forma de adecuar el convenio de 1958 y en la construcción de una Junta de Vigilancia. Hay expresión de voluntades de todas las partes. No es una materia fácil pues hay muchos intereses de por medio», dice Sanhueza.
Muchos miran lo realizado en el Laja como un ejemplo de coordinación entre distintos usuarios.
«Esta asociación entre generación y riego debiera ser a lo largo de todo el país. Es lógico que existan buenos acuerdos entre las distintas actividades económicas. Permitiría optimizar incluso inversiones futuras de infraestructura. El país tiene agua, lo que tiene que hacer es usarla de forma adecuada y coordinada» enfatiza Villagra.
Finalmente, el otro aspecto es planificar el uso del suelo, considerando la disponibilidad efectiva de agua.
«Cada vez hay mayor demanda y la disponibilidad de agua disminuye. Falta planificación y ordenamiento para hacer un trabajo más proyectado en cuanto al uso del suelo y, por lo mismo del agua… Hay que considerar que es el mismo suministro. Entonces, se requiere hacer el análisis macro de cual es la disponibilidad real y tener claro para qué alcanza efectivamente. Y lo mismo ocurre con los acuíferos. La autoridad no ha declarado área de restricción para ellos. No se sabe cuál es la situación», recalca Salgado refiriéndose a que la demanda por el agua subterránea de la zona también aumenta.
La preocupación es el agro pueda expresar todo su potencial y que el agua no se transforme en una espada de Damocles constante.
«Mi familia es de campo. Mi papá siempre me decía que su preocupación era el agua. Conocí Santiago hace muchos años. Y hoy veo que en Chillán está lloviendo lo mismo que caía en la capital hace 15 años», dice Margarita Letelier.
Restricciones de hasta un 40% en las dotaciones de agua se aplicarán en el Maule.
Fuente: Revista del campo
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