La Araucanía: Un futuro promisorio para los frutales y la modernización de los cultivos

El clásico paisaje amarillo que se repite a ambos lados de la Ruta 5 después de cruzar el río Malleco hacia el sur a comienzos del verano, con el trigo esperando la cosecha y grandes maquinarias en movimiento por la autopista ha comenzado a cambiar. En los últimos años se intercala con el color verde de los huertos de arándanos, avellanos europeos y una que otra viña que asoma por el oriente.

El nuevo panorama avanza desde los caminos interiores, especialmente en el norte de La Araucanía, donde esas plantaciones y otras de cerezos y manzanos se imponen con más fuerza que en la carretera.

El cambio -que por estos días se camufla entre el hielo y la escarcha de las bajas temperaturas invernales- es más que una esporádica sensación visual. Solo entre 2006 y 2012, la superficie de frutales de la región se duplicó, superando las siete mil hectáreas. Y entre ese año y 2014 creció 40% más, hasta llegar a 10.238 hectáreas, según estimaciones preliminares del Centro de Información de Recursos Naturales, Ciren. Un aumento de 170% en apenas ocho años, en una región donde la superficie destinada a la fruta apenas superaba las 500 hectáreas en 1982, según los registros oficiales más antiguos.

Las razones detrás de la transformación no responden solamente al cambio climático -en Temuco, el volumen de precipitaciones anuales ha caído 300 milímetros anuales en sesenta años, entre 1950 y 2013-, sino que también es parte de la diversificación que ha experimentado la fruticultura en todo el país durante las últimas décadas, con la introducción de especies como el arándano y el avellano europeo, los que más han crecido en la Novena Región y que actualmente dominan en superficie, con más de cuatro mil hectáreas en conjunto.

Y el potencial para la fruticultura en la zona está lejos de tocar techo. Por el contrario, se estima que recién está partiendo y que están dadas las condiciones de suelo y clima para crecer; solo en avellanos, por ejemplo, en unas 30 mil hectáreas más si es que existen las oportunidades de mercado para el fruto seco.

Pese a este despegue de la fruta, los cultivos anuales que tradicionalmente hicieron de la región el llamado «granero de Chile» no han desaparecido ni han perdido relevancia, y los productores comentan que cada vez es más común ver una mezcla de granos y frutales en los campos. En el trigo -el principal cultivo de La Araucanía-, a pesar de la baja de 39% de la superficie sembrada en los últimos 35 años, los rendimientos se han triplicado y en la última temporada promediaron 55,5 quintales por hectárea, según el INE, aunque en algunas zonas, con la incorporación de riego y maquinaria especializada, más el apoyo de nuevas tecnologías, se superan los 100 quintales.

Sin embargo, el promisorio futuro agrícola de La Araucanía enfrenta obstáculos. De acuerdo con la visión de los gremios, empresas y productores regionales, el conflicto con algunas comunidades mapuches es por lejos el mayor, sobre todo por la creciente violencia de los enfrentamientos y porque existirían unas 75 mil hectáreas productivas entregadas por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi) que no están siendo utilizadas, según el Barómetro de Conflictos con Connotación Indígena elaborado por la Sociedad de Fomento Agrícola (Sofo).

Como una segunda traba mencionan la necesidad de contar con un embalse para asegurar la disponibilidad de agua para riego en los meses de verano, especialmente después de la sequía estival de 2014 y este año. También consideran que es urgente que las carreras agrícolas de las universidades de la zona se adapten más rápido a estos cambios, ya que hasta ahora tienen apenas una clase, durante un semestre, dedicada a la fruticultura.

Alto potencial, baja capacidad técnica

Si hasta ahora la producción de frutas de La Araucanía representa en torno al 2,4% del total del país, se espera que en diez años suba a 3,5%, según las estimaciones de la agrupación Araucanía Frutícola, que reúne a 32 productores de la región.

Para impulsar ese crecimiento están desarrollando un proyecto en conjunto con Ciren para definir cuáles son las aptitudes de los distintos suelos de la región, que lanzarán en diciembre y permitirá que, al ingresar el rol de un predio, los agricultores sepan qué especie es la más conveniente para su terreno, qué variedades y sus necesidades de agua.

«El estudio evalúa las potencialidades de un grupo de frutales frente a las características del suelo y clima de la región. Las especies que se consideran son las más promisorias, como arándanos, avellanos, cerezos, frutillas, moras, frambuesas, nogales y vides«, detalla el ingeniero agrónomo de Ciren Horacio Merlet, a cargo de la iniciativa, a la que se accederá a través de internet y en la que se han invertido $300 millones.

En la empresa Huertos Collipulli exportan los arándanos, cerezas y manzanas que sus seis socios producen en 710 hectáreas, la mayor parte de ellas ubicadas en la zona norte de La Araucanía. Desde 2011 exportan las frutas en forma directa, en la última temporada enviaron los primeros arándanos orgánicos desde Chile a China, y están convencidos de que la región tiene un futuro promisorio que recién se comienza a explorar. De hecho, pretenden seguir creciendo en plantaciones, principalmente de arándanos y manzanos, a pesar de la falta de mano de obra calificada que muchos ven como limitante.

«Es un problema en todo Chile, pero en nuestro caso, como somos más tardíos, competimos en los arándanos con huertos más sencillos de cosecha en la zona central, y en marzo acá nadie quiere cosechar arándanos, porque quieren irse a la manzana… Es una competencia entre regiones y entre cultivos, pero no lo vemos como una limitante porque se soluciona con la capacitación, que debe realizarse todos los años«, asegura el director comercial de la empresa, Cristóbal Duke.

El presidente de Araucanía Frutícola, Carlos Inostroza, cree que la falta de capacitación en la mano de obra es un punto que podría limitar el crecimiento de los berries. Sin embargo, agrega que esa formación no debe darse solo a nivel de temporeros, sino que también en las universidades de la región, que no han incorporado a la fruticultura como un área fuerte de sus mallas.

«A los que egresaron hace cuatro años de Agronomía en la zona nunca les enseñaron de podas ni fertirriego, recién están agregando algún ramo de fruticultura y creo que nos falta incorporar esa cultura entre los profesionales. Lo que está frenando que se acelere el avance de este rubro es la falta de capacidades técnicas, porque al que le interesa tiene que irse a estudiar a Talca o Santiago y experimenta con las condiciones de allá, pero no con la realidad local«, critica, y plantea que hay oportunidades en especies como las frambuesas y frutillas para los pequeños agricultores, nogales y castaños para huertos más grandes, y en frutos nativos, como la murtilla, que cultiva desde hace seis años y exporta a Estados Unidos, con sus empresas Murtilla Carahue y Delight Berries.

 

Fuente: Economiaynegocios.cl

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