NASA y ESA instalan controles en Lleida para medir la evaporación en los cultivos
Desde que empezó el verano varios equipos científicos, universidades y agencias meteorológicas de todo el mundo se encuentran en Lleida para evaluar los efectos que la agricultura en zonas semiáridas tienen sobre el clima.
El IRTA -Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria-, el Servicio Meteorológico de Cataluña (SMC), la NASA o la Agencia Espacial Europea (ESA) participan en un proyecto de alcance mundial, que enmarca dentro del proyecto internacional LIAISE.
La elección de Lleida responde a su naturaleza como zona semiárida, donde el agua utilizada en la agricultura se evapora más que en otras regiones. Esta rápida evaporación puede interferir en la atmósfera y alterar la formación de nubes bajas y desajustar lluvias.
Características meteorológicas
«Hoy en día los modelos de predicción meteorológica no son del todo precisos en estas zonas semiáridas y, por tanto, hay que estudiar con más detalle cómo interactúan los diferentes usos del suelo con la atmósfera y evaluar qué efecto tienen sobre los procesos que generan nubes y las tormentas de verano», comenta Josep Ramón Miró, técnico del Área de Investigación Aplicada y Modelización del Servicio Meteorológico de Cataluña (SMC).
Y como no hay suficientes datos que indiquen como gestionar el regadío en estas regiones en un futuro marcado por el cambio climático, donde habrá una mayor demanda de agua por parte de los cultivos y menos disponibilidad de agua, «necesitamos aprender a gestionar el agua y disponer de herramientas tecnológicas que nos permitan saber de una manera más precisa cuanta podremos utilizar», expresa Joaquim Bellvert, investigador del programa Uso eficiente del agua en agricultura del IRTA.
Las imágenes que proporcionan algunos satélites pueden ser de gran ayuda para cuantificar el agua que consumen los cultivos – lo que se llama evapotranspiración- y la humedad superficial del suelo.
Agua de riego
«La fusión de predicciones climáticas con información sobre la cantidad de agua que utilizan los cultivos es una herramienta imprescindible para gestionar el agua de riego de forma más eficiente, tanto a nivel de parcela como de comunidad de regantes. Durante esta campaña también se evaluarán diferentes técnicas de teledetección para obtener información más precisa y ser aún más eficientes en la gestión del agua y, así, asegurar la sostenibilidad global de los sistemas productivos y ambientales», explica el coordinador de la misión, Aaron Boone, investigador del Centro Nacional de Investigaciones Meteorológicas (CNRM), durante la presentación del proyecto.
Durante los próximos días, la NASA y la ESA sobrevolarán la zona con aviones equipados con sensores térmicos, radares e hiperespectrales, que medirán la evotranspiración, la humedad superficial del suelo y la fotosíntesis de los cultivos.
Consumo de agua y humedad
Asimismo, estudian cómo pueden mejorar los modelos de predicciones meteorológicas y climáticas en estas regiones, así como las diferentes tecnologías de observación de la tierra capaces de cuantificar el consumo de agua de los cultivos y humedad superficial del suelo. En las regiones semiáridas de la cuenca mediterránea, como el Pla d’Urgell, el agua se evapora más que en otras regiones a causa del regadío y la heterogeneidad de los cultivos. Esta característica puede interferir en la atmósfera y alterar la formación de nubes bajas y desajustar las lluvias.
El técnico del Área de Investigación Aplicada y Modelización del SMC, Josep Ramon Miró, ha explicado que «hoy en día los modelos de predicción meteorológica no son del todo precisos en estas zonas semiáridas y, por tanto, es necesario estudiar con más detalle cómo interactúan los diferentes usos del suelo en la atmósfera y evaluar qué efecto tienen sobre los procesos que generan las nubes y las tormentas de verano”.
En la misma línea, los expertos aseguran que no hay suficientes datos que indiquen cómo se debe gestionar el regadío en estas regiones en un futuro marcado por el cambio climático y en el que habrá una mayor demanda de agua por parte de los cultivos y una menor disponibilidad de agua dulce.
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