¿Por qué bailan las abejas?
Cuando las abejas exploradoras descubren una fuente rica de comida regresan a la colmena y luego de esto las recolectoras vuelan directamente hacia el lugar para recoger el néctar y polen sin necesidad de guía. Esto sucede de forma casi milagrosa para el observador principiante, que no ha visto previamente que estas abejas han asistido al baile informativo de las exploradoras.
Aristóteles dedicó gran parte de su tiempo a observar la manera de trabajar de las abejas pero no logró descubrir la forma exacta de la fabricación de miel. El erudito pensaba que esta provenía del cielo, a modo de lluvia o rocío que se depositaba en las hojas y flores de las plantas, que luego era retirada o recolectada por las abejas para su producción final.
La falta de ciencia en la época y la poca evidencia acumulada lo hizo especular respecto a la producción de miel, pero el gran pensador griego fue uno de los primeros que le llamó la atención el comportamiento colectivo de las abejas y, entre otras conductas, quedó fascinado con la danza o ritual de las exploradoras.
Aristóteles fue el primero que descubrió que las abejas se comunican entre sí para organizarse y trabajar.
Karl von Frisch (1886 – 1982), demostró en 1944 el lenguaje comunicacional de las abejas a raíz de los resultados de sus pruebas y ensayos que confirmaron su tesis de que las abejas, al regresar a la colmena, comunican a sus compañeras toda la información sobre los campos y flores más ricos en néctar para recolectar lo que han encontrado. Este ritual de comunicación es un singular baile o danza llena de información hacia sus compañeras que realizan las abejas exploradoras.
Karl von Frisch es considerado el padre de la etología, que es la ciencia que estudia el comportamiento de los animales, y por sus descubrimientos relacionados con los seres vivos recibió el Premio Nobel de Medicina – Fisiología en 1973. Su interés principal fue si los seres vivos podían distinguir los colores o brillos, y en su discurso “Descodificando el lenguaje de las abejas”, que pronunció ante la Academia sueca al momento de recibir el Nobel, se destacan sus palabras:
“Se pensaba que las abejas y otros insectos eran totalmente ciegos a los colores. Pero los brillantes colores de las flores se pueden entender sólo como una adaptación a la sensibilidad al color de sus visitantes”
El descubriendo del científico austríaco revela que cuando las abejas exploradoras descubren una fuente rica de comida regresan a la colmena y luego de esto las recolectoras vuelan directamente hacia el lugar para recoger el néctar y polen sin necesidad de guía. Esto sucede de forma casi milagrosa para el observador principiante, que no ha visto previamente que estas abejas han asistido al baile informativo de las exploradoras.
Esta danza, como un ritual, es la que transmite toda la información y geolocalización de las fuentes de alimento. Es una coreografía llena de significados y algunos de su códigos descubiertos en relación a las distancias indican que si las exploradoras danzan en círculo, el campo se encuentra a menos de cincuenta metros, en cambo, si las flores están a más de 150 metros de la colmena, las exploradoras bailan realizando una figura en forma de ocho, trazando una línea que primero va en dirección recta, después hace un semicírculo, otra vez se desplazan en línea recta y finalizan con otro semicírculo. En la fase de desplazamiento rectilíneo, la abeja mueve fuertemente el abdomen a ambos lados. Cuando más lejos está el alimento, más vigoroso es este movimiento de abdomen.
El científico, en sus observaciones recogidas en el libro “La vida de las abejas”, se percató que para las abejas conocer la distancia no es suficiente, también transmiten la dirección en que se encuentra la fuente de néctar y polen, por lo que el insecto realiza un baile perpendicular al techo del panal, si es que el alimento está en la misma dirección del sol. Si las flores están, por ejemplo, a 20 o 30 grados a la izquierda del sol, el baile será ejecutado a 20 o 30 grados a la izquierda de la vertical del panal respectivamente. Las abejas exploradoras bailarinas traducen el grado del ángulo solar al ángulo gravitacional, por lo que el lugar en que se sitúa la abeja respecto a la vertical del panal representa en forma exacta el ángulo que existe entre la fuente de alimento y la posición del sol, usando la colmena como vértice. Esta coreografía de las exploradoras va cambiando según el movimiento de la Tierra respecto a sol, de manera diaria y a lo largo de las estaciones.
Las ideas y experimentos de Karl von Frisch inspiraron a otros científicos e investigadores de todo el mundo para estudiar las comunicaciones en los animales, porque durante muchos siglos la comunicación había sido dominio exclusivo de los seres humanos, aunque ya Aristóteles sostenía lo contrario.
Fuente: Blueberrieschile.cl – Blueberriesconsulting.com
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