Una técnica que pretende revolucionar el recambio varietal de arándanos
En momentos en que el recambio varietal aparece como una verdadera necesidad para muchos huertos de arándanos del país, un agrónomo de la Región del Biobío está llevando a cabo diversos ensayos que buscan validar la realización de esta tarea a través de la injertación, una técnica que permitiría disminuir los costos y obtener producciones de fruta 14 meses después.
El positivo transitar que han tenido los arándanos chilenos en el último tiempo se ha visto eclipsado, en parte, por los cada vez más constantes problemas de calidad que ha exhibido la fruta en determinados mercados de destino. Esto, a juicio de los expertos, es la señal inequívoca de que el sector debe acelerar el paso hacia el recambio de algunas variedades antiguas por otras más nuevas.
Pese a que la idea genera consenso entre los productores y exportadores, la tarea en muchos casos no ha avanzado a la velocidad deseada, debido a que en la práctica significa que se debe realizar una fuerte inversión y es una labor compleja.
«Para realizar un cambio de variedad en arándanos, normalmente se arranca la planta antigua y se reemplaza con una nueva, lo que involucra una serie de inconvenientes para el productor. Por lo mismo, sabiendo que es importantísimo hacerlo, hay muchos que retrasan la decisión«, dice Álvaro Sanhueza, pequeño productor de arándanos de la Región del Maule.
De hecho, una planta, dependiendo de la variedad y del vivero en que se compre, tiene un valor que oscila entre $900 y $1.800, lo que se suma a que en un huerto, en general, se plantan del orden de 3.300 a 4.000 unidades por hectárea. Así, se estima que llevar a cabo un recambio varietal puede significar una inversión promedio de US$ 15.000-18.000 por hectárea.
Sin embargo, por estos días se está investigando en el país una técnica de replante que promete reducir de manera importante los costos asociados a esta tarea y, además, adelantar la entrada en producción de la nueva planta. Se trata del recambio mediante injertación, una alternativa que si bien es ampliamente utilizada en otros frutales, no es muy conocida en el sector arandanero.
Una de las ventajas que se presenta es que por ser el arándano una planta de un solo pie, franco, en teoría no tendría problema para ser injertada con cualquier variedad, a diferencia de lo que ocurre con otras especies, las cuales dependen de la compatibilidad entre el patrón y la nueva variedad injertada.
LA BASE DE LA REVOLUCIÓN
«En rigor, la injertación consiste en utilizar una planta adulta con una estructura ya formada y aprovechar todas sus reservas para el crecimiento de la nueva que se ubicará encima. Para ello se debe realizar un tradicional injerto de púa«, explica Pablo Muñoz, agrónomo e investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, quien ha realizado la investigación aplicada de manera independiente.
Pese a que las pruebas se extenderán por varios años más, el especialista comenta que a la fecha existen diversos resultados preliminares que le hacen ver el futuro con mucho optimismo. Uno de los más importantes es que esta técnica permitiría lograr, 14 meses después de realizado el injerto, una producción de 3.000-4.000 kg/ha, lo que en la práctica significa que se reduciría en casi un año el tiempo que normalmente transcurre entre que el arándano se planta y obtiene su primera producción.
Pero eso no es todo. Según Pablo Muñoz, gracias a esta condición la planta podría llegar a obtener, al segundo año después de injertada, un volumen de producción de alrededor de 10.000 kg/ha.
Respecto a los costos, indica que al utilizar esta técnica en el replante, estos podrían verse reducidos en alrededor de dos tercios.
Son justamente estos números los que tienen entusiasmados a un puñado de productores que ya conocen el trabajo que realiza Muñoz, motivado por su colega de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, Humberto Serri.
Así, por ejemplo, Edgardo Dietz y Guillermo Parr, productores de arándanos de la Región del Biobío y socios de la exportadora Alfaberries, decidieron destinar esta temporada un par de hectáreas de su superficie para probar este sistema en terreno.
«El asunto de la baja de los costos es un tremendo incentivo para nosotros como productores. De hecho, si todo sale bien el recambio varietal debería avanzar mucho más rápido«, asegura Edgardo Dietz.
«En la medida que se confirmen los buenos resultados, se incentivará a toda la industria, ya que se contará con más y mejor fruta. Sería algo revolucionario para el sector«, complementa Guillermo Parr.
LAS CLAVES DEL MANEJO
Hasta ahora las pruebas han funcionado sin grandes dificultades, aunque sí han surgido algunas incógnitas.
Por ejemplo, la alta cantidad de brotes de corona, es decir lo s que nacen en el patrón o planta original y por lo mismo no son productivos, lo que podría llevar a que el productor gaste bastante dinero y tiempo en eliminarlos, con el fin de evitar que se mezclen las variedades, aunque Pablo Muñoz explica que todo dependerá del patrón con que se trabaje.
Otro tema es que la técnica de injertación no es rápida de realizar. De hecho, se estima que una persona puede injertar alrededor de 150 plantas diarias, lo que quiere decir le tomará un mes injertar entre 1 y 1,5 hectáreas.
«Por lo mismo, si se quieren trabajar 10 hectáreas se necesitarán varios injertadores«, asegura Pablo Muñoz.
Otra duda es cuánto antes se debe rebajar la planta que se va a injertar y si se debe hacer de inmediato o se puede esperar.
«La idea es saber si el material que se va a injertar se puede guardar o tiene que ser del día. Esto, en términos prácticos, es súper importante de aclarar«, asegura Muñoz.
Un asunto no menor es el de la fecha en que se debe realizar el injerto. Si bien por ahora no existe certeza, Muñoz comenta que los resultados preliminares indican que lo mejor es que esta labor se realice entre septiembre y octubre, en momentos en que existan buenas condiciones climáticas, es decir, no haya lluvias ni heladas.
Respecto a la calidad de la fruta, el agrónomo indica que esta no debiera verse afectada, pues lo que lo determina es la variedad.
«Si ponemos arriba una variedad mala, seguramente tendremos fruta de mala calidad. Y es que la calidad no tiene mayor relación con el patrón«, agrega.
Respecto de la posibilidad de que los injertos no peguen, Pablo Muñoz dice que no debería haber problema en la medida que sean realizados por una persona que tenga experiencia.
LOS PRÓXIMOS PASOS
Por ahora, el experto aclara que los resultados definitivos podrían estar un par de años después de iniciadas las pruebas de campo, las que están por comenzar en al menos tres hectáreas ubicadas en diferentes lugares de la Región del Biobío.
Muñoz plantea que le gustaría seguir estudiando la utilidad de la técnica, tal como lo ha hecho el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario de Asturias (Serida) en España.
«Me gustaría hacer, por ejemplo, un proyecto para probar una variedad como Legacy, que se da muy bien en las regiones del Biobío y de La Araucanía, sobre Brigitta, lo que permitiría subsanar la presencia de plagas como las larvas de palo blanco y otras«, indica.
Al 2° año se obtendría una producción cercana a los 10 mil kilos por hectárea.
Fuente: Revista del Campo
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