Genética y robótica, dos ópticas para visualizar la agricultura del futuro

“La hambruna mundial ha crecido por tercer año consecutivo”. Esta es quizá la afirmación más alarmante que destaca del último informe de Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentado la semana pasada.

La institución incluso va más allá y realza el hecho de que en 2017 más de 800 millones de personas tuvieron algún tipo de imposibilidad de acceder a una alimentación óptima, dejando en claro que el problema está lejos de ser resuelto.

Otro de los puntos que más llama de la atención, y que a la par contrasta con lo anterior, son los números que tienen que ver con los desperdicios de alimentos, que superan los 1.300 millones de toneladas solo el año pasado.

De esa cantidad, 127 millones de toneladas correspondieron a países de América Latina, una región que por años ha sido golpeada por los vestigios de gestiones gubernamentales signadas por la corrupción, la desigualdad social e incluso catástrofes naturales.

Pero en medio de un panorama que luce desolador, un grupo de científicos holandeses se ha planteado una serie de desafíos para mirar la agricultura del futuro desde dos ópticas: Una que tiene que ver con los cambios genéticos y la otra con el empleo de la robótica.

Según recogen medios españoles como eldiario.es, se trata de un ambicioso proyecto que se desarrolla en la ciudad de Wageningen con la participación de entes públicos y privadas, agricultores, científicos y noveles investigadores de áreas asociadas a la agricultura.

Arthur Mol, rector de la Universidad de Wageningen, casa de estudios superiores reconocida por sus aportes en materia de agricultura y nutrición a nivel mundial, explicó que los trabajos parten de la necesidad de potenciar la producción en zonas remotas y para así obtener mejores cultivos.

Añadió que, con las modificaciones genéticas adecuadas, en el futuro no se verían cultivos con presencia de enfermedades. Asimismo, adujo que buscan seguir una línea de cultivos que impulsen un consumo sostenible.

A juicio de Mol, la pérdida de las cosechas es mucho más común en regiones de ingresos bajos porque no cuentan con la tecnología de almacenamiento y distribución que se necesitan para que se mantengan en buenas condiciones durante más tiempo.

Por otro lado, cuestionó el hecho de que son precisamente las naciones “más ricas” del mundo las responsables del mayor despilfarro de alimentos. “Es por eso que nos preocupamos por presentar aportes en esta materia”, explicó.

Sobre ese punto, comentó que las líneas a seguir tienen que ver con el consumo sostenible, la nutrición saludable, las cadenas de suministro y los sistemas de producción climáticamente inteligentes para combatir esos problemas, aspectos en donde la genética y la robótica jugarían grades papeles.

Enfoque tecnológico

Arthur Mol habló del plan “Hambre cero”, un trabajo en el que participarán socios de más de 100 países, y cuyo objetivo se centrará en “obtener dos veces más con dos veces menos”, pese a que no establece el tiempo de acción.

Pero lo que sí es un hecho en el enfoque tecnológico que tendrá. Daniel Koppel, miembro de la empresa israelí Prospera, especializada en “big data”, detalló que quieren llevar estos recursos a cualquier parte del mundo.

“Los agricultores de zonas muy remotas están Los campesinos acostumbrados a tomar decisiones basadas en su instinto, pero ahora pueden consultar información, incluso desde un sencillo teléfono móvil, y mirar la interacción de variables, como el clima, la calidad del suelo, las amenazas de las plagas”, afirmó Koppel.

Manifestó que para este plan se considerarán técnicas de robótica espacial para que sean empleadas en regiones de difícil acceso y donde los cultivos raramente crecen por las difíciles condiciones. Asimismo, habló del uso de la genética para el control de plagas.

Incluso la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA por sus siglas en inglés) tendrá participación en el proyecto. Así lo dio a conocer Connor Kiselchuk, especialista en cultivos de esa organización estadounidense.

“El proyecto tiene potencial para producir alimentos en condiciones extremas. Se han hecho algunas pruebas en la Antártida, lugar donde se ha simulado cómo podrían crecer plantas en la luna o en Marte”, afirmó Kiselchuck.

Habló que, en paralelo, el Centro Aeroespacial Alemán trabaja en un proyecto basado en cultivo de plantas en agua, con el que se obtuvieron lechugas, tomates, pepinos, pimientos y rábanos en condiciones muy hostiles, prácticamente estériles y sin luz.

La genética se impone

El holandés John van der Oost, quien es microbiólogo, aseguró que ve como “prometedor” cómo se pueden fusionar la tecnología y la edición genética para tener un futuro más esperanzador dentro de la agricultura.

Habló de la técnica CRISPR- Cas9, una forma que sirve para “editar” el genoma de cualquier cédula. “Esto funciona como unas tijeras, que cortan segmentos de ADN de una manera muy precisa y controlada, lo que al final permite modificar el producto”, agregó el experto.

El científico aseguró que, si en la agricultura se trabaja más en este camino, sería posible incluso escoger las características de los cultivos, como su calor, su calidad, el tamaño, al tiempo que podrían modificarse su resistencia a las plagas y que se produzcan en mayor cantidad.

El grupo de científicos que trabaja desde la Universidad de Wageningen ven algunas potencialidades en América Latina, en donde ya trabajan en la conservación digital en un pantanal de Brasil, la gestión de áreas marinas protegidas de Ecuador y el mapeo digital de suelos de Pampa, en Argentina.

Fuente
Diario Español

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