Renovables, genética y datos: la innovación al servicio de los retos del agro

La energía renovable, la edición genética o el uso de los datos son algunas de las herramientas tecnológicas en las que se debe apoyar el sector agroalimentario para afrontar los importantes desafíos actuales agravados por la incertidumbre de la guerra de Ucrania.

Ésta es una de las conclusiones del informe de tendencias Agrifood 2022, realizado por la Fundación Europea INtec, que se ha presentado este martes en la segunda jornada del congreso mundial de gastronomía «Madrid Fusión».

El documento, que forma parte de una investigación más amplia, analiza cuáles han sido las últimas tendencias y las proyecciones más importantes tanto del sector primario, como de las industrias de transformación, de la distribución, la logística, la restauración e incluso en las conductas del consumidor.

En la presentación han participado la directora para el sur de Europa de EIT Food, Begoña Pérez Villareal, el vicepresidente ejecutivo de la Fundación Intec, Juan Francisco Delgado, el director general de Europa, Oriente Medio y África de SVG Partners, Danny O’Brian y la directora de Efeagro, Laura Cristóbal.

Delgado ha mostrado su preocupación por la diferencia de perspectivas de futuro en el sector primario en función del lugar de residencia, de manera que, por ejemplo, en Estados Unidos hay el doble de opciones de prosperar en el sector primario que en España.

«Los inversores no están apostando por este sector en España, que es la cuarta economía de la Unión Europea, el cuarto país exportador de la agroalimentación, que supone el 11 % del Producto Interior Bruto», ha lamentado.

En su intervención ha reclamado también un pacto de país para dar a la agroalimentación el lugar que se merece en la encrucijada actual de cambio de sistema agroalimentario español que «está pidiendo ahora lo que debía haber hecho hace 40 años».

Las conclusiones 

Entre los desafíos, el informe destaca el incremento de los costes de producción -la energía y el transporte-, la escasez de recursos y los episodios extremos derivados del cambio climático que amenazan la producción agraria.

Para todo ello, la innovación y la tecnología son las herramientas más útiles y, de hecho, se prevé que el sector siga incrementando su inversión en I+D+i.

Ante el incremento de precios de los fertilizantes y de la energía, es tendencia buscar alternativas de optimización de la producción con «soluciones» como la edición genética de especies más resistentes a la sequía y a las enfermedades, señala el informe.

Para ahorrar en costes de energía, las renovables -especialmente la eólica y la solar fotovoltaica- son dos de las herramientas para su uso en los sistemas de riego y en la industria de transformación, al igual que los vehículos eléctricos en la agricultura y la ganadería.

El cambio climático afecta de lleno a un sector que trabaja al aire libre y sufre las consecuencias de su efecto más inmediato como la sequía.

El riego inteligente o la previsión precisa, por su parte, del control climático y la prevención de cosechas son y serán, según el informe, «una prioridad» junto con las políticas relacionadas con el control de los gases de efecto invernadero por parte de la agricultura.

También la carestía de agua hará «absolutamente necesario» un nuevo modelo en la gestión del agua, con la ayuda de la sensorización, el Internet de las cosas y el bigdata.

En materias como la salud y el bienestar de los animales, un «aspecto clave» para los consumidores se puede avanzar con el uso del «bigdata» de las granjas o tecnologías para la trazabilidad, como el «blockchain».

En el terreno social, el informe se detiene en el grave problema de relevo generacional en España, un país que cuenta con una proporción de jóvenes agricultores y agricultoras de las más bajas de toda la Unión Europea (UE).

Por esto, el informe recoge las recomendaciones de los organismos internacionales y de la propia Política Agraria Común para revertir esta realidad.

En líneas generales y según se detalla en el informe, España es el tercer país en inversión en startups y se encuentra en la cabeza de la innovación en la cadena agroalimentaria en Europa, tras Holanda y Alemania.

Se espera que con la introducción de los ecoesquemas de la Política Agraria Común se impulse las aún «tímidas» inversiones en el sector agrotech.

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